“A menudo las personas perfeccionistas y eficaces
olvidan la importancia de la eficiencia”
(Ismael Díaz Lázaro)
¿Te has encontrado alguna vez con personas perfeccionistas? probablemente, sí. El comportamiento que tienen te resulta muy curioso y, en ocasiones, divertido.
Los perfeccionistas tienen la necesidad de alcanzar la perfección en todo lo que hacen. Desde un trabajo, hasta el orden de las cosas, todo ello tiene que estar en su justo lugar.
No les vale que la taza del desayuno esté un poco girada hacia la derecha. Necesitan que esté en el centro, perfectamente dispuesta. Hasta estos extremos llega una mente perfeccionista.
¿Por qué soy perfeccionista?
Hay muchos factores que pueden hacer que desarrolles una personalidad perfeccionista. De hecho, esto es muchas veces conocido como un síndrome, “Síndrome Perfeccionista” o “Trastorno Anancástico de la Personalidad”.
Algunos expertos consideran que la causa de ser perfeccionista puede ser una predisposición genética.
En cambio, otros expertos creen más probable que sean diversos factores ambientales:
- Cuando tu autoestima depende de elogios constantes.
- Has sido humillado durante tu infancia y deseas ser aceptado socialmente.
- Tus padres han sido muy autoritarios.
- Has crecido rodeado de personas exitosas y tú no has sido una de ellas.
- Tienes muy poca tolerancia al fracaso.
- Eres consciente de que la sociedad es altamente competitiva.
Desde que nacemos, estamos expuestos a continuos estímulos que nos van a marcar el resto de nuestra vida. Aunque no creamos, somos muy influyentes y haber vivido alguna de las situaciones anteriores tiene sus consecuencias.
La sociedad en la que vivimos con sus normas, sus leyes, sus modas, su forma de ver la vida, provoca que queramos ser mejores que los demás.
Ser un fracasado no está bien visto. La sociedad considera que en el éxito reside la verdadera felicidad. Pero, ¿de verdad podemos vivir con esta presión? Aquí es cuando ser perfeccionista empieza a ser un problema.
“El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”
(Winston Churchill)
La perfección no me hace mejor
Ser correcto en todo, hacer las cosas bien, no salirse del camino, todo eso no te hace mejor. Piensa, por ejemplo, que cuanto más te esfuerzas en ser una persona perfecta menos lo eres.
Solamente cuando abracemos la imperfección, lograremos alcanzar la perfecta felicidad. Porque forzarnos a ser algo que no somos no nos hará felices, sino todo lo contrario. Nos frustrará, nos estresará.
Pero, ¿cómo es el día a día de una persona perfeccionista? Para empezar, diremos que viven en una continua baja estima. Tanto, que ni los elogios de las demás personas les harán sentirse conformes con su trabajo.
La culpa, el pesimismo y la obsesión son tres palabras que los definen perfectamente. Porque nunca lograrán aquello que desean, debido a que la perfección absoluta es imposible que sea lograda.
Esto puede causar que, muchas veces, caigan sin quererlo en la depresión. Pues las decepciones y las frustraciones se suceden unas tras otras.
Se convierten en personas muy poco flexibles y espontáneas. La naturalidad ya no forma parte de ellas y eso las convierte en personas rígidas, sin nada de gracia.
Al igual que muchos otros síndromes, el perfeccionismo también se puede superar. Siempre y cuando la persona sea consciente de que esta actitud no la está llevando a alcanzar la felicidad.
Cuando sea consciente de que tiene un problema, de que este afán de buscar la perfección es fruto de una presión a la que se ha visto sometida, ya está preparada para dar el paso hacia la aceptación.
Es cierto que buscar mejorarnos es muy positivo. Todos debemos aprender a ser mejores, pero nunca caer el la terrible perfección.
Debemos abrazar la imperfección, dando todo lo que podemos por hacer las cosas lo mejor posible, pero sin obsesionarnos con alcanzar algo que en realidad no podemos.