La gratitud, el ingrediente secreto
Existen días mejor y peores, todos lo sabemos. Existen momentos o etapas en las que no encontramos un rumbo claro, tenemos demasiadas dudas o estamos emocionalmente inactivos o decepcionados. Ante eso, puede que busquemos grandes soluciones en busca de la felicidad o el equilibrio personal.
Parece demostrado que para llegar a ella, la clave es reunir un conjunto de elementos en nuestro mundo interior y entorno. No es un camino fácil. La felicidad, hay que trabajarla.
Una manera de comenzar o continuar por el sendero que tal vez hayamos iniciado ya puede ser a través de un ingrediente muy útil y muy gratificante del que a veces nos olvidamos: La gratitud.
¿Cuándo hemos dejado de dar las gracias? ¿Cuántas veces hemos dejado de agradecer por pudor, por el qué dirán o simplemente por no saber?
Seamos conscientes del poder de las palabras. Importante es saber darles su momento, el tono, el énfasis, el lugar y la sinceridad. No siempre elegimos bien, y no siempre acertamos aunque tengamos la mejor de las intenciones.
“Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido, que vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato.”
-Séneca-
¿Alguna vez hemos pensado en agradecer de forma especial? ¿Por qué no lo hicimos? ¿Es lo mismo dar las gracias que agradecer?
Siete letras
“Gracias”. Siete letras muy conjuntadas que tienen el don de estar en los dos extremos de la emotividad. A un lado el formalismo automático, y al otro lado, el más sentido de los significados.
Repartimos “gracias” a diestro y siniestro. Casi los regalamos, a diario y a desconocidos. Somos educados en el agradecimiento formal de la norma social. “Gracias por venir”, “gracias por participar”, “gracias por la cena”, “gracias por la invitación”, etc. Todo ello más o menos formal y más o menos sentido.
Damos las gracias generalmente para comunicarnos socialmente. Nos abre puertas, nos acerca a los demás y favorece nuestra integración en el grupo. Sin embargo, hay otro tipo de “gracias”. Aquel que practicamos menos. Aquel que late entre padres, amigos, familiares o conocidos especiales en nuestras vidas.
Ahí podemos hablar de agradecimiento.
Lo que agradecer esconde
Y es que no estamos hablando de formalismos y automatismos. No hablamos de decir ”gracias” a gente que busca nuestro reconocimiento a su labor.
Hablamos de echar un vistazo alrededor o al pasado, e identificar a aquella persona que sin necesidad de obtener respuesta nos ayudó. Muchas veces, sin saberlo o sin intención, pero lo hizo.
Aquel entrenador deportivo que nos hizo ver más allá de balones, vallas o clasificaciones. Aquella profesora con la que descubrimos el amor a los libros, a la historia o a las matemáticas. Aquel familiar que nos dio los mejores veranos de nuestra vida, de la forma más natural, pero que recordamos con tanto cariño.
“La gratitud en silencio no sirve a nadie.”
-G.B. Stern-
Agradecer es conectar con una emoción propia y compartirla con aquel o aquella que ha sido declarado culpable voluntario o involuntario de nuestro estado (presente o pasado).
Agradecer nos ayuda a:
- Liberar sentimientos retraídos y proporcionar paz interior
- Eliminar la idea resolver asuntos pendientes (“me hubiera gustado agradecerle….”)
- Aumentar la autoestima
- Fortalecer vínculos sociales
- Combatir los malos momentos y las emociones negativas
¿Ingrediente secreto? Sí ¿Científico? También
Martin Seligman es uno de los más reconocidos psicólogos en la actualidad. Ha sido el impulsor de la psicología positiva, aquella que se encarga del estudio científico de las emociones y cualidades positivas del ser humano.
Junto con Peterson, desarrollaron un cuestionario que se encargaba de recoger y clasificar las fortalezas y virtudes para alcanzar mejor calidad de vida.
No sólo se basaron en investigaciones actuales, sino que estudiaron antiguas filosofías, textos de todas las culturas y religiones de todos los continentes.
De todo ello, sacaron varios elementos comunes. Una de las categorías generales llamada “Trascendencia” – donde se agrupan las fortalezas que otorgan significado a la vida y conectan con nuestro entorno y emociones universales – incluye la gratitud.
La trascendencia quedó definida como “el ser consciente y agradecer las cosas buenas que a uno le pasan, así como saber dar las gracias”.
Activa tu gratitud
Existen todo tipo de frenos para llevar a cabo esta tarea. Desde el miedo al qué dirán, la sensación de que ya es demasiado tarde, un punto de soberbia u orgullo que en ciertos momentos nos haga dudar, el pensar que no seremos correspondidos o la timidez.
El efecto es tan positivo, que si tenemos algo en mente, no dudemos en intentarlo. Antes de ello podemos practicar identificando aquellas que cosas por las que realmente podamos sentirnos agradecidos.
¿Recomendaciones?:
- Todos los días o una vez por semana, dedica unos minutos a identificar aquello por lo que puedes sentir gratitud. Esto ayudará también a valorar y reflexionar sobre aquellas acciones, situaciones o personas que aportan tranquilidad y positividad en el día a día.
Y sobre todo:
- Escribe una carta a alguien de tu pasado a quien quieras agradecer algo. No hace falta reconocerle algo que fuera heroico a los ojos de los demás. Se pueden agradecer rutinas, atenciones, gestos, eventos, descubrimientos…
Piensa en alguien, y tomate tu tiempo, ordena aquello que quieras expresar y redacta. A tu elección queda cómo hacérselo llegar. Entregándolo en mano o leyéndolo en persona ¿Recomendación? La mejor experiencia es leerlo en voz alta y hablar de ello.
Más allá de siete letras existe la experiencia y la emoción. Descubre la mejor forma para ti, y recibe y disfruta del agradecimiento. Es una de las formas más seguras de encontrar gratificación y volver a recuperar nuestro sitio y nuestra identidad.
Compartir algo así contribuye silenciosamente a conectar con tus emociones positivas y añadir una piedra más al camino que construimos momento a momento dirección felicidad.
“La gratitud es el único secreto que no puede revelarse por sí mismo”.
-Emily Dickinson-
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