La libertad es el tesoro más preciado que tiene el ser humano. Nuestra es la responsabilidad de respetarla, disfrutarla e impedir que nadie nos la robe. Todos tenemos derecho a conservarla y mantenerla cuidada.
Así pues, ¿cómo puedes atreverte si quiera a pensar que tienes derecho a robarle la más mínima onza de libertad a tu prójimo?
Si tú gozas de la tuya propia, jamás puede ser a costa de la de tu vecino. Piensa bien sobre ello porque cada vez que que te apropias de algo que no es tuyo, tu dignidad se ve un poco más resentida.
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”
-Miguel de Cervantes-
El don de la libertad
El don de la libertad es un maravilloso bien con el que nacemos todos los seres humanos de esta planeta.
Sin embargo, el mal uso que hacen demasiadas personas de la libertad provoca que tengamos que usar leyes para protegerla. A pesar de que en muchas ocasiones acaba siendo mancillada por la misma gente que ha jurado defenderla.
Jamás se debe de confundir el don de la libertad con el simple libertinaje. Una persona que se considera “libre” no tiene ningún derecho a pisotear a otra en nombre de la citada “libertad”.
Por tanto, el don de la libertad, otorgado al nacer a todos y cada uno de los seres que nacen en este planeta, no debe entenderse de forma baladí.
El respeto es algo que debe estar constantemente por encima de todo para que todos podamos vivir juntos pudiendo decir que somos libres. Es decir, que no se debe entender la libertad como una falta de respeto a los demás.
“Te hago daño porque soy libre y hago lo que quiero”. ¿Cuántas veces has oído esa frase? Millones de personas la han esgrimido para hacer cuanto les venga en gana, sin saber que en realidad, no es el uso de su libertad lo que están utilizando, sino el robo de la libertad de la persona a la que están dañando.
Libertad de pensamiento
En realidad, vivimos en un mundo de leyes que deja muy poco margen a la verdadera libertad del hombre.
Debemos ser respetuosos con los demás, y para poder proteger al débil de aquellos que tratan de pisotear derechos, se deben establecer medidas que impidan estos actos.
Por suerte, muchos de nosotros tenemos la libertad de pensar, de amar, de soñar, de sentir, de crear… Pese a vivir en una sociedad en la que muchas veces te puedes sentir incomprendido, hay mucho que podemos hacer dentro de nuestro propio mundo.
“No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna”
-Mahatma Gandhi-
Solo cuando nos enfocamos en nosotros mismos y hacemos verdaderos ejercicios de autoconocimiento, podemos descubrir la verdadera libertad y todos sus significados.
En ti, en tu verdad, en tu forma de ser real, en tu sinceridad contigo mismo es donde eres libre en el sentido más estricto de la palabra.
Usos falsos de la palabra libertad
Hoy día se usa la palabra libertad de forma muy arbitraria: “Libertad para decidir”, “libertad para actuar”, “lucha por las libertades”, etc.
En realidad, en la independencia de un territorio, el uso del voto o la elección de un gobernante político no hay verdadero uso de la libertad, puesto que muchas de las cuestiones están viciadas y decididas de antemano.
En verdad, suelen ser ejercicios en los que están vulnerando tu verdadera libertad, puesto que te están dando a elegir diversas formas de ser, pensar o pertenecer, pero no la tuya real.
La libertad real está dentro de nosotros mismos.
En nuestra sinceridad y valor para ser como de verdad nos sentimos hay un ejercicio mayúsculo de libertad. Y da igual de qué país seas o lo que diga tu carnet de identidad, porque eso son necesidades legales que no deben coartar tu verdadera forma de ser. Eso son cortapisas.
Así pues, recuerda siempre que tu libertad acaba donde empieza la mía. Puedes ser tú mismo y disfrutar de tu vida. Pero jamás me podrás decir cómo debo ser, a dónde tengo que pertenecer o qué necesito pensar.
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