El tabú hace referencia a lo prohibido, que al mismo tiempo tiene una relación con lo sagrado. Puede ser un objeto, una práctica, un concepto, o inclusive una palabra. Su rasgo característico es que sobre esto pesa una prohibición y que, por lo mismo, genera sentimientos ambivalentes de miedo y deseo a la vez.
Cada cultura crea sus propios tabús, aunque hay algunos que son universales como es el caso de la prohibición de las relaciones sexuales entre madre e hijo. La función del tabú es impedir algunas conductas que son consideradas peligrosas o impuras dentro de una comunidad.
El peligro que entraña un determinado objeto, conducta o situación no necesariamente es real, como tal. Se percibe así, debido a la ideología que predomina en una sociedad determinada.
“Odio todo lo que sea privilegio y monopolio. Considero como tabú todo lo que no puede ser compartido por la multitud.”
En el mundo actual se han impuesto varios tabúes que son compartidos por casi todas las sociedades de occidente. Los tabúes fomentan una forma de control social sobre las personas y rara vez nos hacemos conscientes de que tienen fuerte incidencia en nuestras vidas. Estos son algunos de esos tabús contemporáneos.
El envejecimiento
Parece como si en el mundo actual el envejecimiento fuera una desgracia absoluta, que se debe evitar a toda costa. No toleramos envejecer y por eso ha tomado forma una suerte de mandato para mantener la juventud eternamente.
Como no envejecer es imposible, terminamos conformándonos con no parecer viejos, aunque lo seamos.El mercado está lleno de fórmulas para ayudarnos a lograr ese cometido. Al mismo tiempo, los viejos son vistos cada vez más como un “estorbo”, sin lugar dentro de nuestra sociedad.
La muerte
La muerte siempre ha representado el misterio por excelencia. Se trata de un enigma por el que el hombre se ha preguntado desde la religión, la ciencia y la filosofía. Aún así, mantiene su condición de gran interrogante dentro de la existencia.
Todos sabemos que vamos a morir, pero actualmente el tema presenta una gran ambigüedad: al mismo tiempo que presenciamos la muerte constantemente a través de los medios de comunicación, cada vez somos menos capaces de darle un lugar real en nuestras vidas.
Los funerales se han convertido en un evento social y se considera de buen recibo que una persona se muestre perfectamente auto controlada y tranquila después de perder a un ser querido. Algunos hablan de la “muerte seca”: esa que debe experimentarse sin lágrimas.
El contagio
En el mundo actual también hay llamados a “la pureza” desde muy diversos frentes. En casi todo el planeta, los inmigrantes son mirados como portadores de “algo” de lo cual se deben proteger quienes los reciben.
Va mucho más allá de una competencia por las vacantes de trabajo. Tiene que ver más bien con una idea del mundo en la que no debe haber “mezcla”. El extranjero, el extraño, traen consigo su pobreza, su tragedia. Y muchos hacen como si al entrar en contacto con ellos, todo esto se les pudieran “pegar”: contagiarlos.
Así mismo, a pesar de que vivimos en un mundo repleto de gente ansiosa y deprimida, ha hecho carrera la idea de que debemos alejarnos de quienes muestren síntomas de lo uno o lo otro. Aparentemente, nos pueden “contaminar” de sus emociones.
La desviación en el patrón de belleza
Si en algo ha triunfado el consumismo es en haber logrado hacer de la belleza un estereotipo. Cada vez son más rígidos los parámetros que definen lo que es bello y lo que no. Y cada vez hay más miedo de apartarse de esos patrones.
Curiosamente, nunca como ahora habíamos tenido tantas enfermedades de índole psicosomático. Los trastornos de alimentación jamás fueron tan frecuentes. Y el mundo “fitness” se disputa los honores en las preferencias de las personas, con el consumo chatarra.
La pausa y la lentitud
Cada vez somos más intolerantes a la falta de velocidad. Basta con que el ordenador tarde más de 10 segundos en abrir una página para que experimentemos algunos signos de inquietud y fastidio.
Si vas a ligar, tienes máximo dos citas para hacerlo. No hay tiempo para el cortejo, esa práctica que ya resulta obsoleta. El sociólogo Fabián Sanabria ha indicado que el tiempo promedio de una relación sexual entre los jóvenes es de tres minutos.
Nadie aguanta a alguien “que se tome su tiempo” para hacer las cosas. Así mismo, cientos de personas entran en depresión cuando tienen vacaciones y nunca terminan de atiborrarse de actividades durante sus ratos libres. La pausa les genera un vacío insoportable.
Si te fijas, los tabús contemporáneos están diseñados para que “funcionemos” para un modelo específico de sociedad. Una sociedad que se enriquece con tus miedos. Una sociedad que te necesita “feliz”, hiperactivo y trivial.
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