Dice una vieja máxima egipcia que los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres. Esta cápsula de sabiduría resume todas las complejidades que tiene esa relación fundamental entre un padre con sus hijas e hijos.
La relación con la madre a veces es conflictiva y difícil, pero en la mayoría de los casos hay un componente de amor incondicional en ella. Es un afecto que conserva algo de instintivo, de natural. En cambio la relación con el padre resulta ser mucho más ambivalente. Es al tiempo una figura protectora y amenazante. En las familias tradicionales suele ser la voz que dice la última palabra en términos de límites.
En las nuevas formas de familia puede ser uno de aquellos seres que brilla por su ausencia, o el eterno rival de la madre. En algunos pocos casos es padre y madre a la vez. Y no faltan las tristes realidades en las que el padre es fuente de abuso, en sus múltiples formas.
“Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre.”Compartir
Los orígenes del vínculo con el padre
Con el padre vivimos una serie de contradicciones a lo largo de la vida. La primera está en nuestro propio origen: es el esposo de nuestra madre y esto tiene diferentes efectos y significados para cada uno de nosotros.
Entre el padre y la madre se distribuyen, consciente e inconscientemente, el lugar que cada uno de ellos va a ocupar en la vida de sus hijos. Se trata de una compleja urdimbre de decisiones que dependen de muchísimos factores y que no siempre son afortunadas.
Pero a veces, las madres no aceptan que solas no podrán. Todo lo contrario: quieren ser el único soporte para sus hijos. Ser todo para ellos y que los hijos sean todo para sí. La única manera de lograrlo es excluyendo al padre. También sucede que el padre es ciego y sordo a esa demanda de ocupar un lugar en la vida de sus hijos. Se niega a tomar parte en un asunto del que ya forma parte. Quiere ser un vacío, un no lugar para sus hijos.
Y no podría faltar el caso del padre que desea ser el todo para la madre y para los hijos. Es el tipo de progenitor que pretende anular la existencia de la madre y hacer de los hijos una simple prolongación de sí mismo.
La enemistad con el padre
De las diferentes formas de relación del padre con la madre surgen también diferentes tipos de conflictos entre los hijos y este. El padre tradicional termina convirtiéndose solamente en una figura disciplinaria. Su papel es el de poner límites aquí y allá, como una especie de juez de última instancia. Si la madre actúa de manera consecuente con ello, no hay mayores fuentes de confusión.
Pero si la madre asume el rol del “bando opuesto”, las cosas se complican. Ella termina siendo permisiva y demasiado laxa, mientras que él termina o haciéndose más o menos tirano para no perder su lugar, o anulándose a sí mismo para evitar el conflicto.
La enemistad entre la madre y el padre termina prolongándose en los hijos, que se ven obligados a elegir un bando y actuar en consecuencia. Es así como se llenan de rabias y de culpas que en sentido estricto no les pertenecen.
Los padres abusivos también requieren de una madre permisiva. Ella misma puede comportarse como la hija, y no como la esposa, de ese hombre. Y no entra en juego otro adulto que ponga límite a sus excesos. Este tipo de padre crea terror durante la infancia y, la mayoría de las veces, un fuerte caudal de ira durante la adolescencia.
Su autoridad emana de sus propios caprichos o miedos y no de un deseo sano de educar a sus hijos dentro de límites razonables. Es por eso que su autoridad es severamente cuestionada y deshecha cuando el niño se convierte en adulto.
Las consecuencias
Hijos e hijas sentirán que confrontar a un padre arbitrario es una forma de solidarizarse con su madre y de demostrarle su amor. Pero sin un padre consistente, también los hijos pueden terminar siendo tiránicos y abusivos en las relaciones con los demás, o ser eternamente victimizados.
Cuando el resentimiento y la ira se apoderan de la relación con el padre, las personas van por la vida con fuertes dudas sobre dónde están los límites de sus actuaciones. Habrá dificultades para reconocer el propio valor y grandes temores a vencer, antes de alcanzar cualquier logro.
En conclusión, cuando sientes que tu padre es tu enemigo seguramente lo que hay en el telón de fondo es un cúmulo de problemas de pareja entre él y tu madre. Por eso, si de superar esta situación se trata, lo mejor es aprender a diferenciar cuáles de esos conflictos te conciernen realmente, y cuáles de ellos simplemente no tienen nada que ver contigo.
En cualquier caso, siempre es saludable aprender a aceptar a ese padre real, y olvidar el ideal que mantenemos en nuestro pensamiento de cómo debería ser nuestro padre, ya que con todo y sus errores nos ha dado el mayor don de todos: la vida.
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