Los pequeños detalles edifican vidas enteras. Hay quien no lo percibe, hay quien no es capaz de ver el esfuerzo por parte de otras personas por hacerles la existencia más fácil, por aportar luz en esos días oscuros y por desenredar nudos donde solo hay madejas.
Las buenas personas no llevan pancartas ni acostumbran a hablar demasiado de sí mismas, porque en ocasiones, cometen el error de descuidarse un poco y mirar más por las necesidades ajenas. Pero no se dan cuenta. Es su esencia, su forma de ver el mundo: dándolo todo por los demás.
Suele decirse que son las buenas personas las que nos dan auténtica felicidad. Por su parte, aquellas más complicadas y con doble cara que acostumbran a traernos pesares, nos ofrecen experiencia. Lo creamos o no, ambas son partes indispensables de esta vida.Compartir
¿Cuántas buenas personas custodias en tu vida? La casualidad quiso que formaran parte de tu día a día, y que te enriquecieran con sus palabras y esa sutil humildad que no sabe de egoísmos.
Es más, también tú puedes ser una de esas personas acostumbradas “a dar luz a los demás”, de las que desean por encima de todo la felicidad de los suyos cuidando al extremo cada detalle, cada situación. Buscas dibujar sonrisas en rostros familiares, y no… Tampoco tú pides nada a cambio. Porque es tu naturaleza, porque es tu forma de entender la vida.
Los grandes corazones se conocen con los pequeños detalles
Puede que hace mucho que no te dediquen esos pequeños detalles que alegran el corazón. No obstante, es posible que cuando menos te lo esperes, alguien te sorprenda haciéndote un favor que no esperabas, o preocupándose por ti de una forma tan sincera que te sientas extrañado/a.
En ocasiones la bondad humana nos deja sin palabras. No podemos más que emocionarnos los actos de personas anónimas que sin llevar alas a su espalda, traen polvo de hadas en sus bolsillos para dar felicidad a nuestros caminos…Compartir
Suele decirse que el mejor homenaje que se le puede hacer a las buenas personas es imitarlas. Ahora bien, compartirás con nosotros la idea de que no todos pueden hacerlo. De que no todo el mundo sabe practicar la bondad humana. Así pues, la auténtica pregunta que nos viene al respecto sería… ¿Las buenas personas nacen o se hacen?
- Desde la neurociencia hay muchas voces que defienden la tendencia innata del ser humano hacia la bondad. Sería algo arraigado a nuestra biología y que ensalza la psicología positiva.
- Las experiencias tempranas, los estilos de crianza, el contexto social y educativo, y las experiencias posteriores, podrían hacer que esta tendencia natural sufra las consecuentes variaciones.
- El propio acto de dar, de ofrecer, de ayudar y atender, debería ser por sí mismo un acto capaz de ofrecer felicidad y equilibrio interior. Sin embargo, no son muchas las personas que llegan a adquirir esta capacidad.
El arte de la bondad como ejercicio de empatía
Las buenas personas ni siquiera son conscientes de la capacidad de empatizar que tienen con sus semejantes. Sienten los dolores del mundo y los internalizan como propios, de ahí, que busquen cada día conseguir ese equilibrio externo para sentirse bien con ellas mismas.
Su bondad es altruista y se ofrece a cambio de nada. Para ellos/as el tiempo no existe, sus prioridades quedan relegadas y no existen distancias y aún menos las exigencias o los reproches.
El donde la humildad, donde los detalles son importantes
Quien nace con corazón humilde sabe muy bien la grandeza que se esconde tras los detalles. Sabe que un gesto, que una caricia, que unas palabras de ánimo y ser el rostro que sabe escuchar, hace mucho más que cualquier bien material.
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Las buenas personas también se pueden cansar de serlo
En efecto, si a lo largo de tu vida has practicado el maravilloso arte de abrir tu corazón a los demás, de preocuparte por hacer lo mejor cada día por quienes te rodean, es posible que en algún momento hayas llegado al límite. Y llegará, desde luego, porque aunque las buenas personas no quieren recibir nada a cambio, sí deben ser reconocidas. ¿La razón?
- Quien no es reconocido no es valorado.
- Quien no es valorado se adentra en el abismo de la “no existencia”.
- En ocasiones, los demás pueden llegar a acostumbrarse a tus buenas acciones, las dan por sentadas y los ruegos se vuelven ya en exigencias.
- Quien no encuentra valoración a sus esfuerzos acabará deshilanchándose como una tela que no puede dar más de sí. Y no importará su fortaleza o su belleza, porque también las buenas personas pueden acabar rompiéndose.
No lo permitas. Cuida a las buenas personas que te rodean como tus bienes más preciados. Y cuídate tú, sin dudar nunca en poner límites y sin caer en el error de que por decir “no” o “basta”, dejas de ser un alma noble.
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