Testamento de otoño
Entre morir y no morirme decidí por la guitarra
y en esta intensa profesión mi corazón no tiene tregua, porque donde menos me esperan yo llegaré con mi equipaje a cosechar el primer vino en los sombreros del Otoño.
Entraré si cierran la puerta y si me reciben me voy,
no soy de aquellos navegantes que se extravían en el hielo: yo me acomodo como el viento, con las hojas más amarillas, con los capítulos caídos de los ojos de las estatuas y si en alguna parte descanso es en la propia nuez del fuego, en lo que palpita y crepita y luego viaja sin destino.
A lo largo de los renglones habrás encontrado tu nombre, lo siento muchísimo poco, no se trataba de otra cosa sino de muchísimas más, porque eres y porque no eres y esto le pasa a todo el mundo, nadie se da cuenta de todo y cuando se suman las cifras todos éramos falsos ricos: ahora somos nuevos pobres.
Habla de sus enemigos y les participa su herencia
He sido cortado en pedazos por rencorosas alimañas que parecían invencibles. Yo me acostumbré en el mar a comer pepinos de sombra, extrañas variedades de ámbar y a entrar en ciudades perdidas con camiseta y armadura de tal manera que te matan y tú te mueres de la risa.
Dejo pues a los que me ladraron mis pestañas de caminante, mi predilección por la sal, la dirección de mi sonrisa para que todos lo lleven en discreción si son capaces: ya que no pudieron matarme no puedo impedirles después que no se vistan con mi ropa que no aparezcan los domingos con trocitos de mi cadáver, certeramente disfrazados. Si no dejé tranquilo a nadie no me van a dejar tranquilo, y se verá y eso no importa: publicarán mis calcetines.
Se dirige a otros sectores
Dejé mis bienes terrenales a mi Partido y a mi pueblo, ahora se trata de otras cosas, cosas tan oscuras y claras que son sin embargo una sola. Así sucede con las uvas, y sus dos poderosos hijos, el vino blanco, el vino rojo, toda la vida es roja y blanca, toda claridad es oscura, y no todo es tierra y adobe, hay en mi herencia sombra y sueños.
Contesta a algunos bien intencionados
Me preguntaron una vez por qué escribía tan oscuro, pueden preguntarlo a la noche, al mineral, a las raíces. Yo no supe qué contester hasta que luego y después me agredieron dos desalmados acusándome de sencillo: que responda el agua que corre y me fui corriendo y cantando.
Destina sus penas
A quién dejo tanta alegría que pululó por mis venas y este ser y no ser fecundo que me dio la naturaleza? He sido un largo río lleno de piedras duras que sonabancon sonidos claros de noche, con cantos oscuros de día y a quién puedo dejarle tanto, tanto qué dejar y tan poco, una alegría sin objeto, un caballo solo en el mar, un telar que tejía viento?
Dispone de sus regocijos
Mis tristezas se las destino a los que me hicieron sufrir, pero me olvidé cuáles fueron, y no sé dónde las dejé, si las ven en medio del bosque son como las enredaderas suben del suelo con sus hojas y terminan donde terminas, en tu cabeza o en el aire, y para que no suban más hay que cambiar de primavera.
Se pronuncia en contra del odio
Anduve acercándome al odio, son serios sus escalofríos, sus nociones vertiginosas. El odio es un pez espada, se mueve en el agua invisible y entonces se le ve venir, y tiene sagre en el cuchilo: lo desarma la transparencia.
Entonces para qué odiar a los que tanto nos odiaron? Allí están debajo del agua acechadores y acostados preparando espada y alcuza, telarañas y telaperros. No se trata de critianismos, no es oración ni sastrería,
sino que el odio perdió: se le cayeron las escamas en el mercado del venen y mientras tanto sale el sol y uno se pone a trabajar y a comprar su pan y su vino.
Pero lo considera en su testamento
Al odio le dejaré mis herraduras de caballo, mi camiseta de navío, mis zapatos de caminante, mi corazón de carpintero, todo lo que supe hacer y lo que me ayudó a sufrir, lo que tuve de duro y puro, de indisoluble y emigrante, para que se aprenda en el mundo que los que tienen bosque y agua pueden cortar y navegar, pueden ir y pueden volver, pueden padecer y amar, pueden temer y trabajar, pueden ser y pueden seguir, pueden florecer y morir, pueden ser sencillos y oscuros, pueden no tener orejas, pueden aguantar la desdicha, pueden esperar una flor, en fin, podemos existir, aunque no acepten nuestras vidas unos cuantos hijos de puta.
Finalmente se dirige con arrobamiento a su amada
Matilde Urrutia, aquí te dejo lo que tuve y lo que no tuve, lo que soy y lo que no soy. Mi amor es un niño que llora: no quiere salir de tus brazos, yo te lo dejo para siempre: eres para mí la más bella.
Eres para mí la más bella, la más tatuada por el viento como un arbolito del sur, como un avellano en agosto. Eres para mí suculenta como una panadería, es de tierra tu corazón, pero tus manos son celestes. Eres roja y eres picante, eres blanca y eres salada como escabeche de cebolla. Eres un piano que ríe con todas las notas del alma y sobre mí cae la música de tus pestañas y tu pelo. Me baño en tu sombra de oro y me deleitan tus orejas como si las hubiera visto en las mareas de coral: por tus uñas luché en las olas contra pescados pavorosos.
De Sur a Sur se abren tus ojos y de Este a Oeste tu sonrisa, no se te pueden ver los pies y el sol se entretiene estrellando el amanecer en tu pelo. Tu cuerpo y tu rostro llegaron, como yo, de regiones duras, de ceremonias lluviosas, de antiguas tierras y martirios, sigue cantando el Bio-Bio en nuestra arcilla ensangrentada, pero tú trajiste del bosque todos los secretos perfumes y esa manera de lucir un perfil de flecha perdida, una medalla de guerrero. Tú fuiste mi vencedora por el amor y por la tierra, porque tu boca me traíaantepasados manantiales, citas en bosques de otra edad, oscuros tambores mojados: de pronto oí que me llamaban, era de lejos y de cuando me acerqué al antiguo follaje y besé mi sangre en tu boca, corazón mío, mi araucana.
Qué puedo dejarte si tienes
Matilde Urrutia, en tu contacto ese aroma de
hojas quemadas, esa fragancia de frutillas y entre tus dos pechos marinos el crepúsculo de Cauquenes y el olor de peumo de Chile?
Es el alto otoño del mar lleno de niebla y cavidades, la tierra se extiende y respira, se le caen al mes las hojas. Y tú inclinada en mi trabajo con tu pasión y tu paciencia deletreando las patas verdes, las telarañas, los insectos de mi mortal caligrafía. Oh leona de pies pequeñitos, qué haría sin tus manos breves, dónde andaría caminando sin corazón y sin objeto, en qué lejanos autobuses, enfermo de fuego o de nieve?
Te debo el otoño marino con la humedad de las raíces y la niebla como una uva y el sol silvestre y elegante: te debo este cajón callado en que se pierden los Dolores y sólo suben a la frente las corolas de la alegría. Todo te lo debo a ti, tórtola desencadenada, mi codorniza copetona, mi jilguero de las montañas, mi campesina de Coihueco. Alguna vez si ya no somos, si ya no vamos ni venimos bajo siete capas de polvo y los pies secos de la muerte, estaremos juntos, amor , extrañamente confundidos. Nuestras espinas diferentes, nuestros ojos maleducados, nuestros pies que no se encontraban y nuestros besos indelebles, todo estará por fin reunido, pero de qué nos servirá la unidad de un cementerio?
Que no nos separe la vida y se vaya al
diablo la muerte!
Pablo Neruda
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