El mundo, a través de los ojos de un niño, se abre como una ventana trasparente donde todo fluye con múltiples sensaciones, colores, sonidos y espectaculares conceptos que interpretar y asentar. La mejor forma de integrar cada experiencia en el cerebro de nuestros hijos, es mediante el afecto, el cariño y la alegría.
Los niños necesitan nuestra guía y nuestro apoyo para abrirse camino en ese entramado complejo que es el mundo, no obstante, es necesario también ofrecerle confianza para que sea él mismo, el artífice de su propio aprendizaje valiéndose de sus estrategias.
María Montessori nos aportó un interesante legado pedagógico desde el cual, educar niños felices. Hay que sembrar ideas nobles en la mente de nuestros hijos para que el día de mañana, germinen en su corazón y les permita crecer en alegría.Compartir
Estamos seguros de que ya has oído hablar muy a menudo de María Montessori, pedagoga, filósofa e italiana, y del conocido “método Montessori”. En su tiempo, en esa Europa humilde de principios del siglo XX, muchos de sus principios fueron tomados como una auténtica revolución en el campo educativo.
Su idea esencial era la de conseguir un desarrollo integral del niño a través de una estimulación continua de los sentidos, las emociones, y las experiencias, en las cuales, el propio alumno fuera siempre un agente activo, en esos descubrimientos “espontáneos” que él mismo conseguía al tener autonomía, al tener libertad.
Obviamente, el concepto de “libertad” estaba asociado siempre a la supervisión y la guía del adulto, pero la idea de esa “escuela activa” con sus principios, esencias y estructuras, nos lleva también a la necesidad de aplicar esos mismos conceptos en el hogar.
En la educación en ese día a día con nuestros niños, donde podemos también desarrollar el método María Montessori para educarlos en alegría, en felicidad, en libertad… Te invitamos a descubrirlo.
El instante con mayor potencialidad de un niño, corresponde a la edad comprendida entre los 0 y los 11 años, siendo el periodo más intenso el comprendido entre los 0 y los 6 años. Es lo que María Montessori denominaba como periodos sensibles, es decir, momentos de gran plasticidad en el desarrollo neuroemocional de los más pequeños.
Cada descubrimiento en un niño es una conquista personal, y no hay mayor felicidad que la de sentirse seguro y feliz para avanzar con alegría en ese camino de aprendizajes cotidianos, donde siempre les ofrezcamos nuestro amor.Compartir
Si hay una idea que en ocasiones se ve con cierto temor es el aspecto de “dar libertad” a los niños. Es necesario matizar dicha idea. Por ello, te invitamos a ahondar un poco más en el método de María Montessori para comprenderlo un poco más, y para ver también el indiscutible valor de educar en emociones. En alegría.
Estrategia María Montessori: enséñame a hacerlo por mi mismo
Dar libertad a nuestros niños no significa ni mucho menos despreocuparse y darles completa autonomía. En absoluto. Se trata en realidad de lo siguiente.
- Para que un niño sea capaz de adquirir y asentar un aprendizaje necesita primero un guía, más tarde, hacerlo por sí mismo.
- Si lo hacemos por ellos, si les resolvemos tareas, obligaciones cotidianas, si ponemos límites en su día a día para tenerlos controlados, los niños no serán capaces de descubrir cosas por sí solos. Es más, les generaremos dependencia, o bien ansiedad ante esa necesidad de “supervisión” contínua.
- Ofréceles apoyo en el día a día, demuestrales que son capaces de muchas cosas y que confías en ellos porque los quieres. Esa sensación de saberse queridos y reconocidos, les aporta seguridad para moverse en sus contextos particulares.
Sí al valor del refuerzo positivo de educar en alegría y no en amenazas
“¡Es que todo lo haces mal y no te das cuenta de las cosas!”, “Tu hermano es más espabilado que tú”, “Está claro que no vas a aprobar el curso”… No hay expresiones más devastadoras en la mente de un niño que las anteriores. Las verbalizaciones negativas no son pedagógicas, no ayudan y generan una baja autoestima además de ira.
- Es algo que deberíamos evitar, porque el lenguaje, las palabras, pueden ser en ocasiones muy peligrosas, en especial en un niño. Recuerda que siempre entienden más cosas de las que pensamos.
- Usa en exclusiva el refuerzo positivo en tu forma de hablar: “veo que te ha salido mal el exámen, pero confío en ti y sé que vas a esforzarte”.
- En lugar de fijarte en el error del niño, ofrécele guías y estrategias para que pueda resolverlo por sí mismo. El hecho de conseguirlo, le ofrecerá una inyección de autoestima y seguridad en sí mismo.
- María Montessori enfatizó siempre la necesidad de respetar los tiempos de maduración de los niños. Por ello, es necesario que no los estresemos, y aún menos, los comparemos con sus hermanos o compañeros de clase.
No hay mejor forma que abrirse paso por la vida que con unas buenas pinceladas de alegría en el corazón, confianza en la mente y la sensación de sentirse libres, capaces y fuertes para descubrir el mundo.
Por ello, es necesario tener en cuenta que para aprender hay que tener motivación, y para disfrutar de esa emoción tan positiva requiere de pequeños esfuerzos cotidianos por nuestra parte.
- Ofrécele numerosas oportunidades de aprendizaje tanto en casa como en el exterior.
- Haz a tu hijo partícipe de las tareas del hogar, deja que te ayude a cocinar, permite que tenga sus propias plantas, que elija sus propios libros… Permite que tenga voz, y que sepa escuchar la de los demás.
- Ofrécele retos. Puedes utilizar en casa una “caja de sorpresas”. En ella, cada día, puedes introducir algo nuevo para tus hijos: un cuento, una semilla que plantar, una invitación para ir al museo, una concesión a cambio de una nueva responsabilidad…
Educar requiere ser responsable, ser creativo y hacer del universo de tu hijo, todo un legado lleno de afectos donde se sienta bien, donde se sienta feliz y libre para crecer, tal y como nos recomendaba María Montessori.Compartirlamenteesmaravillosa.com