Las sociedades más modernas ven como en multitud de ocasiones sus gentes se inclinan por los remedios más rebuscados y artificiales antes que acudir a las clásicas soluciones de anteriores generaciones. Por ejemplo, el uso de fármacos con o sin receta no va más que en aumento en lugares económicamente avanzados como los Estados Unidos o Europa, así como lo es el de antidepresivos, calmantes o productos del estilo.
Sin embargo, productos clásicos, ecológicos y que no atraviesan proceso químico alguno, como pueden ser ciertas bebidas o infusiones, pueden aportar un mayor beneficio al cuerpo y a la mente eliminando la mayoría de los perjuicios de los productos no naturales. Una de estas bebidas es la infusión extraída del té verde, una planta que guarda aún mayores propiedades positivas que el té normal o negro, la variedad más habitual en el mundo occidental.
Los aspectos de la vida en los que el té verde puede ser altamente positivo son innumerables y van desde la prevención de enfermedades cognitivas como el Parkison o el Alzheimer, hasta la protección ocular o como método contra el envejecimiento entre otros. Muchos de estos beneficios fueron descritos a comienzos del pasado milenio en el Kissa Yojoki, o Libro del Té, en el que se explicaba que el té verde guardaba beneficios para cada uno de los órganos vitales, especialmente el corazón. Con el tiempo, se ha comprobado que dichas propiedades del té verde vienen dadas, sobre todo, por las importantes cantidades de L-teanina y antioxidantes. La primera de estas dos sustancias es la que aporta al té verde sus propiedades aptas para la mejora de la memoria, la atención, la concentración y el aprendizaje. Gracias a todo ello, por lo tanto, es también una ayuda importante a la hora de reducir el estrés y mejorar las condiciones mentales, especialmente en situaciones de alta carga de trabajo cerebral.
Otros campos en los que el efecto del té verde pueden ser positivos son sobre el control de la diabetes y el equilibrio en el nivel de azúcar en sangre, en la prevención de ciertos tipos de cáncer y el control de la extensión de tumores ya existentes, en el fortalecimiento de los huesos y las articulaciones o como ayuda a la hora de perder peso.
Por todo ello, no deja de ser curioso como en numerosos sectores de las sociedades actuales se suele anteponer el consumo de productos tratados hasta el extremo frente a infusiones o “tratamientos” que, como el té verde, aportan los efectos positivos obviando todo los contraefectos negativos de los otros. Especialmente cuando los beneficios de un producto como éste llevan siendo conocidos desde tiempos ancestrales en las naciones del Lejano Oriente y han sido parte de la vida diaria de estas culturas durante siglos y siglos.
Quizás, este caso del té verde tampoco es más que otra muestra de la falta de humildad que, como sociedad en general, los países más avanzados de occidente muestran respecto al resto de tradiciones culturales del “otro” mundo. Una falta de humildad que nos lleva a buscar soluciones a los problemas en métodos, pastillas o remedios infalibles, en vez de sentarnos a arreglarlos con calma y por nosotros mismos. Quizás el té verde no lo vaya a solucionar por nosotros, pero al menos nos va ayudar a buscar el sosiego necesario para buscar las respuestas. Y lo que es mejor: de forma ecológica.