La culpa que inculcamos a nuestros hijos
La culpa que inculcamos a nuestros hijos, procede a su vez del sentimiento de culpa que hemos aprendido en nuestra infancia y que hemos dejado que se desarrolle en nuestra vida adulta sin conciencia, hasta llegar a transmitírsela a nuestros hijos. Convirtiéndose en un ciclo difícil de controlar.
El sentimiento de culpa, que nos genera sufrimiento y no nos lleva a ninguna resolución, se construye, en su mayor parte, mediante la educación que hemos recibido; a través de un conjunto de normas que nos han enseñado que hay que acatarlas con rigidez y en todas las circunstancias por igual.
Desde la infancia hemos ido incorporando e integrando normas rígidas en nuestras vidas, hasta llegar a transformarse en nuestra voz interior culpabilizadoraCompartir
La función de la culpa en nuestras vidas
¿Qué representa la culpa realmente en nuestras vidas?, ¿cómo se manifiesta nuestra culpa? Vamos formando desde la infancia un código moral, que va construyéndose a través de las reacciones de los demás ante nuestros actos. La culpa nos sirve como una señal que nos indica cuando hemos transgredido las normas establecidas.
Por lo que la culpa, en un principio, se encarga de que cumplamos las normas que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, ya sean estas conscientes o inconscientes.
Nuestro juez interno se encarga de avisarnos, y, dependiendo de su rigidez, el sentimiento de culpabilidad supondrá un problema; lo que hará aumentar la culpa, o si hemos logrado que sea flexible servirá para ayudarnos a hacer las correcciones necesarias.
Como padres estamos inculcando la culpa en nuestros hijos sin darnos cuenta de lo que supone, alimentamos un juez interno rígido que será quien atormente a nuestros hijos en la vida adulta. Este sentimiento de culpa lo transmitimos a través de frases como:
- Tienes que cuidar siempre de tus padres.
- Haz caso siempre de la autoridad y no cuestiones lo que te digan.
- Es necesario que te portes bien para que te quieran.
- Sé responsable, trabaja y cuida de tu familia, debes estar pendiente en todo momento.
- Si no estás trabajando ni haciendo nada eres un vago irresponsable.
Son frases en las que se dice lo que se tiene que hacer en todo momento sin importar las circunstancias, las características personales y la motivación de nuestros hijos; además, se les inculca de forma implícita que si no cumplen con estos mandatos lo estarán haciendo de forma inadecuada y deben de sentirse mal por ello.
Este es el mensaje que les llega a los niños y niñas cuando están en pleno desarrollo, aprendiendo mediante la observación y a través del cariño que reciben acerca de sus conductas.
Educar en responsabilidad, no en la culpa
Las normas rígidas que se van adquiriendo acaban por resultar obsoletas, no se adaptan a la experiencia y las vivencias por las que vamos pasando. El juez interno culpabilizador se manifiesta de forma constante, de modo que nos sintamos mal por lo que podríamos haber hecho y no hicimos o por lo que deberíamos estar haciendo.
Nuestra propia culpabilidad hace que nos pongamos a la defensiva, que no escuchemos, que seamos incapaces de asumir errores y de obtener aprendizajesCompartir
Educar en responsabilidad supone ser conscientes de que no existe en sí lo que está mal y lo que está bien, que existen consecuencias de cada acto, de las cuales somos responsables. Haciéndonos cargo de la propia experiencia, de nuestros impulsos, emociones y sentimientos.
Al hacernos cargo de nuestros actos, nuestro juez interno adquiere flexibilidad, adaptándose así a nuestras necesidades, permitiendo que experimentemos para observar y aprender de las consecuencias. Sin necesidad de sentir culpabilidad cuando no estamos cumpliendo las expectativas de los demás.
“En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias.”
-Robert Green Ingersoll-
Desculpabilizándonos para poder desculpabilizar
Estar atentos a no inculcar la culpa en nuestros hijos requiere, por supuesto, de mucho esfuerzo, ya que de forma inconsciente hemos aprendido a hacerlo así, tal y como nos han enseñado. Por eso antes de poder aplicarlo con nuestros hijos tenemos que desculpabilizarnos a nosotros mismos.
En la edad adulta somos los responsables de poder modificar este estado en el que nos encontramos, alienados por el sentimiento de culpa. Seguimos actuando como los niños que éramos buscando el afecto y el cariño a través de nuestros actos.
Asumir que ya no somos unos niños, y que el afecto el cariño y el amor no dependen de unas expectativas que tenemos que cumplir, sino más bien de abrirnos honestamente a la experiencia de las decisiones que tomamos a cada momento, haciéndonos cargo de sus consecuencias. Esto implica obrar mediante la responsabilidad y no a través de la culpa. Supone libertad para decidir y no exigencia y obligación.
“La mente por sí misma debe liberarse inteligentemente del deseo de recompensa que genera miedo y conformidad. Si tratamos a nuestros hijos como una propiedad personal, si nos servimos de ellos para dar continuidad a nuestros mezquinos egos y para la realización de nuestras ambiciones, entonces construiremos un entorno, una estructura social en la que no puede haber amor, sino tan solo la búsqueda de conveniencias egoístas.”