En el transcurso de nuestras vidas es habitual que nos encontremos con muchas pérdidas. Sanar una pérdida es una lección con la que nos tenemos que enfrentar todas las personas antes o después. El problema radica cuando nos resistimos a aceptar que la vida es pérdida, que es inevitable, y es un proceso necesario para nuestro crecimiento personal.
Cuando sufrimos grandes pérdidas, ponemos toda nuestra energía en aquello que perdemos, sin ver la otra cara de todo aquello significativo que ha estado presente en nuestras vidas y ha tenido un valor especial. Para sufrir una pérdida, ha sido necesario experimentar una presencia importante con la que hemos tenido la fortuna de compartir momentos únicos.
Cada pérdida que sufrimos nos aporta una experiencia para salir adelante con más fuerza y sabiduríaCompartir
Experimentar una pérdida significativa, como la muerte de alguien especial, un amor que se aleja, una amistad que termina, etc…, nos deja en un estado de indefensión, con un gran vacío; donde podemos sentir tristeza, enfado, temor y altibajos emocionales. Es un estado de duelo en el que cada persona hace su propio proceso personal.
Sanar una pérdida es un proceso complejo, puesto que para volver a la integridad hay que hacer un recorrido de subidas y bajadas, como si se tratase de una montaña rusa.
Cuando creemos estar sanados, íntegros y bajo la aceptación, de repente nos volvemos a sumergir en la angustia y la desesperación; avanzando y retrocediendo. Y es así como acabamos por sanarnos, sintiendo todo el proceso sin que lo bloqueemos.
1- Respetar nuestro proceso para sanar una pérdida
Cada persona vive la pérdida de una forma diferente, con su propio ritmo y su manera particular. La negación forma parte de este proceso y sirve para protegernos de aquello que no estamos preparados para afrontar.
Muchas personas creen ser frías y no entienden porque no perciben sus sentimientos ante grandes pérdidas. Estas emociones y sentimientos quedan guardados ya que suponen mucho dolor, y aparecen cuando estamos preparados para poder soportarlos y hacerles frente. Pueden pasar incluso años.
Esto es frecuente en los niños y adolescentes que no son capaces de percibir estos sentimientos tan fuertes hasta que se hacen adultos y están preparados. Es entonces cuando todo lo que supuso esa pérdida aparece para que puedan afrontar esa situación.
“No podemos escapar del pasado. El sufrimiento del pasado suele quedar en suspenso hasta que estamos preparados para descubrirlo. A veces, las nuevas pérdidas son el detonante de las antiguas. Y suele ocurrir que no sentimos la pérdida hasta más tarde en la vida, cuando sufrimos una nueva pérdida.”Compartir
2- El dolor siempre es personal
Nadie puede decirnos como sanar una pérdida que hemos experimentado. Por mucho que intentemos buscar las respuestas en los demás, solo en nosotros está el proceso de cómo sanar nuestra pérdida.
Y este proceso requiere de su propio tiempo nunca es demasiado lento ni demasiado rápido; siempre y cuando sigamos avanzando en nuestras vidas y no nos estanquemos, entonces estaremos sanando nuestra herida.
“A menudo recreamos inadvertidamente nuestras pérdidas intentando resolverlas, mejorarlas y, finalmente, sanarlas. Si la pérdida nos ha producido heridas, tal vez encontremos maneras de protegernos contra ella: nos distanciamos, la negamos, salvamos a los demás, los ayudamos a sanar sus heridas para no sentir las nuestras, y nos volvemos tan autosuficientes como para no necesitar nunca a nadie.”Compartir
3- No podemos protegernos de las nuevas pérdidas
Asumir que en nuestro mundo las pérdidas son necesarias, es uno de los aprendizajes que nos aportan las propias pérdidas. Cuando intentamos protegernos de nuevas pérdidas, nos estamos sumergiendo en ellas, y las estamos provocando de una manera inconsciente.
Al haber sufrido pérdidas y pasar por procesos muy duros, podemos querer resguardarnos de ellas; protegiéndonos, creándonos un escudo que impida el sufrimiento por el que hemos pasado anteriormente. Sin embargo, esto no es posible ya que alejarnos de lo que no queremos perder, es una pérdida en sí misma.
4- El camino para salir del dolor es a través del propio dolor
Este es un camino imprescindible para sanar una pérdida, no podemos evitar el dolor y las emociones que nos genera dicha pérdida. Cuando ya estemos preparados para afrontar la pérdida sentiremos el dolor que supone, y el intentar evitar estos sentimientos solo nos estanca en el sufrimiento.
La pérdida supone dolor, nos hace personas más auténticas e íntegras, enseñándonos a valorar las cosas que realmente importanCompartir
5- El amor que hemos dado y hemos sentido nunca se pierde
Lo que realmente importa no se pierde, lo llevamos con nosotros, lo hemos vivido, sentido; nos ha transformado y nos ha hecho ser quienes somos. Es por ello por lo que no tiene sentido intentar evitar ninguna experiencia por miedo a la pérdida. Porque lo único que nos llevamos con nosotros es lo que hemos sentido.
“Es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado.”