Reconozco que tengo miedo. La verdad es que siempre lo he tenido: no es que me considere una cobarde que tiene miedo a todo lo que pueda ocurrirle, es solo que hay cosas que sin saber por qué me lo dan y otras a las que he aprendido a tenerles miedo. Sin embargo, hoy voy a plantarme: estoy echándole un pulso al miedo y prometo ganarlo.
El miedo normalmente acorrala e inunda. Sentir miedo es como si algo me estuviera bloqueando hasta el punto de no ser dueña de mi misma, es estar enajenada: a veces, incluso, me desconozco. Cuando noto temor el mundo se para y el tiempo se hace eterno pidiéndote una reacción para seguir adelante.
El miedo es una respuesta natural
La experimentación del miedo es tan natural como inevitable, por lo que no puedo avergonzarme de ello: todos lo hemos hecho alguna vez, en cualquier momento de nuestra vida. Nadie me puede decir que nunca ha tenido miedo porque no será verdad: quizá nuestros miedos sean diferentes o puede que no los quieras ver, pero son igual de válidos e igual de reales.
“La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.”Compartir
Además, si lo pienso lo más fríamente posible, lo normal es que en más de una ocasión haya tenido miedo de forma distinta: a veces a algo que había pasado y que se había convertido en un trauma que superar; otras a algo que estaba pasando; y la mayoría de veces, a todo aquello que me puede pasar, no ha pasado e imagino.
El miedo es así: inoportuno y oportuno al mismo tiempo. Llega cuando menos quiero que lo haga para hacer del momento una victoria en mi vida. Es decir, el miedo se presenta y se engrandece cuando más débil puedo sentirme; pero, cuando le he ganado la partida, mi victoria y lo que aprendo de ella también lo hace.
El miedo puede ser tan natural como saludable
A pesar de que no me gusta sentirlo y de que tengo que aceptarlo como algo natural, el miedo puede ser también saludable. Sí, aunque no lo creas.
El miedo puede ser un mecanismo de defensa en aquellos casos en los que existe un peligro y es necesario responder a él con rapidez: permite mi supervivencia, el conocimiento de mis límites y la ampliación de los mismos.
El miedo que es más temor que otra cosa, en el fondo, me ayuda a mirar con más cuidado, a ir despacio y a evitar futuros daños. Lo que ocurre es que también existe esa otra emoción que no es saludable porque se acerca al pánico y a la parálisis: hay debo tomar las riendas de mi yo personal, preguntarme qué es lo peor que puede pasarme y ser valiente.
“No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.”Compartir
Para poder conducir yo al miedo y no al revés, necesito saber que me ha hecho llegar allí y por qué lo estoy sintiendo. Solo así podré vencerlo: reconocer el miedo, analizarlo detenidamente y concienciarme de que yo sí puedo.
Le miraré a la cara al miedo y podré con él
Cuando siento miedo no soy quién realmente soy y no me comporto como me gustaría hacerlo. El miedo no me deja dormir, no me deja ser feliz. No puedo cambiar si no me libero del miedo por mucho que lo intente, no puedo vivir de verdad.
Si te sientes reconocido en estas palabras seguro que lo has experimentado en situaciones en las que gente querida depende de ti: socialmente los demás pueden aprovecharse de ese miedo y manipularte, jugar con tus necesidades y tu vida.
Si es así, mírale tú también a la cara al miedo y piensa que puedes con él: puedes deshacerte de todo aquello que no te deja seguir. Pueden quitartelo todo, puedes quedarte sin nada; pero el miedo solo te lo puedes quitar tú aceptando que tu vida merece más de vida que de temor a ella.
“Emociones como el amor, la amistad, la bondad o la solidaridad no producen miedo, puesto que son sinceras, intangibles y pertenecen al corazón. Y ellas son capaces de cambiar este planeta, de llenar nuestra alma y de hacernos sentir la belleza del mundo que nos rodea.”