Ser mentalmente fuerte es una habilidad fundamental para la vida, que cobra vital importancia cuando se trata de la paternidad/maternidad. Ser padres mentalmente fuertes implica saber regular las emociones, gestionar adecuadamente los pensamientos y tener un comportamiento productivo, incluso -y especialmente- cuando parece que tus hijos quieren volverte loco.
En lo referente a la construcción de la fuerza mental, hay malos hábitos comunes que pueden interponerse en nuestro camino para alcanzar todo nuestro potencial. Identificar y evitar estos errores pueden crear la diferencia.
Lo que los padres mentalmente fuertes no hacen
El camino para establecer buenos hábitos y construir la fuerza mental pasa por evitar los siguientes errores y no caer en malos hábitos que, no por comunes, son saludables y necesarios. Son los siguientes:
No sienten lástima por ellos mismos
Los padres mentalmente fuertes no caen en la trampa de pensar que sus hijos están tratando de castigarles o hacerles daño o que son injustos con ellos. Los padres mentalmente fuertes saben que sentir lástima por uno mismo solo retrasa la solución a un problema real.
Los niños y los adolescentes son como son, y está en su naturaleza buscar la manera de dominar la situación. Forma parte de su desarrollo. La solución no es quejarse y hacerse la víctima, sino establecer normas de disciplina eficaces y cumplirlas con eficiencia.
En este sentido, los padres mentalmente fuertes son proactivos a la hora de solucionar los problemas y no pierden el tiempo en lamentarse porque merecen algo mejor.
No rehuyen su responsabilidad
Es muy fácil echarle la culpa de los problemas y el malestar a un hijo porque molesta o se porta mal, o porque su actitud te vuelve loco, o de las reacciones desproporcionadas. En vez de culpar a sus hijos, los padres mentalmente fuertes conservan su poder personal y aceptan la responsabilidad de sus emociones y su comportamiento.
Los padres mentalmente fuertes reconocen que cada vez se involucran en una lucha de poder o pierden los papeles les están dando a sus hijos más poder, por lo que se mantienen en su sitio para dominar la situación desde el control de sus emociones.
No ignoran los cambios
A medida que los hijos crecen y se desarrollan van cambiando de actitud y de comportamiento, y la relación con los padres cambia. Pero muchos padres no aceptan estos cambios, especialmente cuando se dan cuenta que sus hijos no son o no quieren ser como ellos desean, sino que eligen su propio camino.
Los padres mentalmente fuertes son capaces de aceptar estos cambios, de entenderlos como una evolución, y están dispuestos a ajustar sus estrategias de educación y su forma de relacionarse en función de las necesidades de sus hijos, a quienes les reconocen la libertad individual que se merecen.
No tratan de controlar a sus hijos
Controlar a los hijos es una tarea ardua e inútil, porque cuanto más los oprimes más necesidad tienen de explotar. En lugar de controlar a sus hijos, los padres mentalmente fuertes tratan de influenciarlos -no manipularlos-. Para ello, les ayudan a desarrollar habilidades y les otorgan las herramientas necesarias para tener éxito en la vida, en todas sus facetas.
En este sentido, los padres mentalmente fuertes son conscientes de que la educación no se basa en la imposición de criterios y el seguimiento estricto de unas reglas -muchas veces no justificadas explicadas- sino en el desarrollo de una autoestima fuerte y el aprendizaje de habilidades de gestión de las emociones y de toma de decisiones, entre otras.
No se preocupan de complacer a los demás
Los padres mentalmente fuerte no se preocupan por el qué dirán o por complacer las expectativas de terceros, a pesar de que sean tachados de estrictos o anticuados. Los padres mentalmente fuertes no ceden a la presión de los otros padres u otros adultos que no entienden su manera de proceder.
Por el contrario, los padres mentalmente fuertes tienen claros sus objetivos, sus estrategias y las normas de su casa, así como la forma en la que quieres educar a sus hijos, que pasa por enseñarles a respetar las decisiones de los demás y hacer respetar las propias.
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