A veces todo lo que nos hace falta es un abrazo y una caricia en el momento adecuado, que sin palabras nos digan “aquí estoy y te lo estoy demostrando” y que nos entren escalofríos que desdibujen nuestros temores.
Por eso se dice que a veces un buen abrazo es la mejor medicina para muchos dolores, una sustancia que sin ser material alimenta nuestros sentidos y potencia nuestra fuerza, nuestra capacidad para hacerle frente a la vida.
Y así, cuando nos agarramos a las personas, creemos en nosotros mismos y atrapamos nuestro corazón, mientras al mismo tiempo dibujamos una gran sonrisa en nuestra mente emocional y nos hacemos eco de todo los motivos que se convierten en artífices de nuestra alegría en cada momento.
Un fuerte abrazo rompe todos nuestros miedos
Es así, un abrazo fuerte rompe todos nuestros miedos y pone en marcha un tratamiento “sanador” apto para todo tipo de dolores que nos permitirá darle la vuelta a nuestro malestar.
A través de un abrazo dejamos de lado el compromiso con las pastillas de nuestros frenos y le damos velocidad y entusiasmo a la vida, consiguiendo un efecto atenuador de nuestros síntomas vitales adversos.Compartir
Pero es cierto que más allá de nuestras sensaciones subjetivas, el hecho de tener un sentimiento positivo en el que focalizar nuestra atención (sentirnos queridos) en el momento adecuado, puede hacer que otros malestares tanto físicos como psicológicos rebajen su intensidad.
Para dar un buen abrazo solo nos hacen falta ganas, cariño y entusiasmo para rodear y apreciar la pérdida de distancia emocional entre dos personas que se aprecian y saben sonreírse más allá del rostro.
La importancia de los pequeños detalles
En la vida real no se pronuncian frases de película ni nadie cruza habitualmente océanos para inmortalizar el momento de una sonrisa y un abrazo. En la vida real nos comunicamos con cosas pequeñas que hacen que día a día obtengamos momentos que no es que sean grandes, es que son enormes.
Lo que los abrazos y las caricias nos enseñan es a dejarnos libres y a ser capaces de sentir, a desarrollar las emociones de nuestra inteligencia, a reírnos de las cosas tontas, a saborear una carcajada escandalosa, a contemplar absortos cómo caen nuestros párpados cuando un dulce abrazo nos hace cerrar los ojos.
Entonces nos liberamos de la presión del silencio y lo saboreamos, le damos virtud y poder a lo pequeño, a lo diario, a lo que es capaz de recomponer nuestros pedazos y ensamblar a la perfección las piezas que congelaron nuestra sonrisa al hacerse añicos.
Estamos hablando de que aquello que nos destroza no puede competir con el sinfín de razones que podemos encontrar día tras día para alimentar nuestro bienestar y nuestro crecimiento emocional. De amor y de cariño uno muere tantas veces que se pierde la cuenta de las veces que los te quieros enfundados en abrazos nos resucitan.Compartir
Los deseos emocionales que se traducen en abrazos
Es fácil desear a las personas. No de un modo sexual, sino emocional. Es fácil que necesitemos tocar una piel, sentir un olor y un calor a través de un abrazo. Ver en el interior de alguien sin mirar y sacarle provecho a ese deseo.
Es fácil conocer a alguien y sentir que se ha conectado. Sin más. Sin enchufes. Es fácil sentirnos cerca de alguien que nos transmite tranquilidad, esencia, autenticidad y sintonía.Compartir
También es fácil que esas personas nos hagan explotar emociones, deseos y sentimientos que nos inviten a dejar huella con el tacto de nuestros abrazos, de nuestra mente liberada y nuestro cuerpo tranquilo.
Es fácil sentirnos bien con un abrazo porque los abrazos están precisamente hechos para eso, para que nos calibremos y miremos hacia el corazón en un momento que precisamente intensifica la calidez en el hogar de una mente emocional que desea aliviar sus dolores.
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