El tiempo nos va demostrando que lo bueno puede llegar en cualquier momento y que la existencia está llena de hermosas casualidades que se presentan en nuestra vida para teñir nuestro mundo de otro color.
A veces las cosas vienen cuando menos las esperamos y, circunstancialmente, cuando más las necesitamos. Sea como sea todo es temporal, pero en este mismo punto (en el aquí y el ahora) todo está saturado de vida y de casualidades.
Así que si las cosas van bien, disfrútalas porque no durarán para siempre. Y si las cosas van mal, no te preocupes porque tampoco durarán eternamente. No pretendas tenerlo todo calculado porque la vida no se resuelve en nuestros planes, sino que hay cientos de casualidades que la hacen virar.
Lo mejor de la vida no se planea, sucede
De vez en cuando nos topamos con bellas casualidades de las cuales solo somos conscientes cuando dejamos de someternos a la presión de las expectativas y a la necesidad de obtener satisfacción y resultados inmediatos a través de nuestros esfuerzos.
Los “golpes del destino” pueden ser forzosos o no, pero lo que está claro es que tenemos que darnos permiso para disfrutar de la fortuna inesperada de encontrar el amor, de obtener una oportunidad laboral o que de repente todo mejore a nuestro alrededor.
No es menos válido lo que construimos en base a las casualidades que llegan a nuestra vida. De hecho, muchas de las cuestiones a las que nos atrevemos a llamar “suerte” o “destino” son de alguna manera consecuencia de nuestros esfuerzos y nuestros actos.
Lo que tenga que ser será, a su tiempo y en su momento, porque el destino es incierto y a veces simplemente los vientos no soplan a nuestro favor ni nuestras velas están por la labor de izarse a pesar de nuestro empeño.Compartir
La importancia de respetar nuestros ritmos y los de los demás
Debemos respetar nuestros ritmos y los de los demás para hacer las cosas más sencillas. Con tus pies en el suelo no puedes obligar a tus latidos a detenerse porque, si lo haces, estarás suicidándote psicológicamente.
Es importante que respiremos al son de nuestro propio ritmo y que no queramos correr. Todos sabemos que cuando nos precipitamos y cuando respiramos demasiado rápido, nos sentimos mareados e incluso llegamos a tener una sensación de empacho, de ahogo.
Respiremos demasiado rápido o demasiado lento, la verdad es que no hacerlo de la manera adecuada nos agota y rebaja nuestra calidad de vida. No necesitas ninguna prueba para creer en la veracidad de las casualidades.Compartir
Así que la pregunta que nos tenemos que hacer es “¿Por qué respiro tan rápido?”; una vez que hayamos reflexionado sobre ello estaremos en disposición de saber qué es lo que podemos hacer para rebajar el ritmo.
No hay mayor éxito que el de saber aprovechar las casualidades
Constantemente debes invitarte a conocer más sobre las casualidades, sobre lo que sucede a tu alrededor y sobre lo que te aporta. No hay ninguna urgencia para vivir. No hagas morir a todo lo que sabes y a todo lo que deseas.
Tomarnos nuestro tiempo y ser pacientes no implica que estemos desaprovechando nuestra vida o dejando de esforzarnos. Recuerda cada momento que si algo no te da lo que buscas, te enseña lo que necesitas.
Tú eres parte de cada instante y, si lo desprecias, no podrás volver a él. Por eso, aprende a respirar un lema de vida, aquel que te hace aceptar y sentir que cuando menos lo esperas, todo puede salir bien.
Y, como dijo el gran García Márquez, no te canses nunca de buscar un gran “quizás” repleto de casualidades.
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