En ocasiones, el miedo a la confrontación nos impide hacer las cosas como creemos que debemos hacerlas, aceptar situaciones que no nos parecen justas o hacer algo que no consideramos correcto.
Ese miedo a la confrontación puede suele ser consecuencia del miedo a ser rechazados por nuestras opiniones o por ser diferentes, o a provocar tensiones de las que nos sentimos responsables.
Pero no podemos agradar constantemente a todo el mundo. No podemos vivir una vida en la que nos sintamos responsables de quebrantar la paz a nuestro alrededor. De hecho, evitar la confrontación repetidamente solo hará que, finalmente, nos veamos obligados a enfrentar a una situación mucho peor que las que hemos estado evitando.
Debes asumir que ser agradable siempre puede ser contraproducente. No puedes estar reprimiendo siempre tus opiniones y dejar de hacer valer tus derechos. Tienes que darte a valer, defender lo tuyo y ponerte en tu sitio. Y todo eso sin sentirte culpable, porque estás en tu derecho.
No siempre es necesaria la confrontación
La primera clave para perder el miedo a la confrontación es decidir si es necesario o no llegar a ella. Por evidente que parezca, esta decisión lo cambia todo. Hay gente que busca enfrentarse a los demás en cualquier situación. Pero no siempre es necesario.
Para muchos, esta actitud de discutirlo todo es una especie de entrenamiento. Pero no tiene sentido generar tensiones y discutir cuando no es necesario. De hecho, actuando así se pueden crear problemas donde realmente no existen.
Necesitas tomarte un tiempo para aclarar lo que ocurre. Para ello, deja a un lado tus emociones y asegúrate de saber qué pasa, escuchar al otro y expresar tu punto de vista.
Es fácil dejarse llevar cuando el otro te intimida, pero debes ser fuerte y no dejarte llevar. Que el otro no sea capaz de controlarse no justifica que tú hagas lo mismo. Si quieres evitar la confrontación, debes empezar por crear un clima de calma que permita el diálogo y la reflexión.
Ordena los hechos
Los malos entendidos surgen a raíz de cuestiones tan simples como el desconocimiento de los hechos y el orden de los acontecimientos. Por eso, si alguien quiere discutir contigo por algo, asegúrate de que ambos sabéis lo mismo y que queda claro cómo, cuándo y en qué circunstancias se han producidos los hechos.
Por otra parte, antes de enojarte con alguien y reclamarle cualquier cosa, asegúrate de conocer bien qué ha pasado y de preguntar cualquier duda, así como de asegurarte que ambas partes sabéis lo mismo y habláis de lo mismo.
No insultes ni faltes al otro
Por muy enojado que estés y sepas que llevas la razón, si quieres sacar algo en claro de una conversación debes evitar el insulto. Insultar y faltar al otro hará que la confrontación vaya por cauces emocionales e irracionales, y no sacarás nada bueno de ello.
Descargar tus frustraciones a través de insultos solo dará lugar a que se desvíe el tema de conversación y a que el problema se prolongue, incluso que se empeore.
No personalices
Para evitar la confrontación debes evitar la personalización, huyendo del “tú” y el “yo”, así como de expresiones como “siempre”. Cuando ocurre esto, las personas se colocan a la defensiva, centrando su atención en defenderse, en vez de escuchar lo que ocurre para buscar una solución.
Explica el por qué
Además de explicar cuál es el problema, debes hacer hincapié en el por qué eso es un problema. Muchas confrontaciones surgen porque las dos partes no entienden la situación de la misma manera, o uno no se ha dado cuenta de lo que supone para el otro.
No asumas que el otro conoce y comparte tus razones. Explicando lo que ocurre y por qué te supone un problema se pueden solucionar muchos problemas o potenciales problemas.
Dile al otro lo que esperas
Si hay una forma de proceder que consideras correcta, dile al otro lo que esperas que haga. De esta manera, le estás indicando al otro el camino y podréis aclarar los puntos potencialmente conflictivos sin dar lugar a que ocurran.
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