Si a menudo te preguntas los motivos de tus acciones y no tienes una explicación lógica para ellas o si sueles arrepentirte bastante seguido de lo que haces, quizás deberías aprender a controlar los impulsos que te llevan a actuar de tal o cual manera.
Las consecuencias de hacer algo sin pensarlo pueden ser bastante graves. Esos pasos que das sin ver, esas palabras que dices sin medir lo que causarán en el otro… afortunadamente tienen solución. ¡Como todo en esta vida! Te proponemos que pongas todo tu empeño en cambiar tu impulsividad para relacionarte mejor con los demás y estar más tranquilo contigo mismo.
Controlar los impulsos va más allá de pedir perdón
Seguro que estás tan acostumbrado a decir “lo siento” que ya esas palabras no tienen demasiado sentido para ti. O tal vez ni siquiera puedas expresar tu arrepentimiento cuando has herido los sentimientos de alguien. ¡Y ni que hablar de pedirte perdón a ti mismo cuando te has equivocado!
La impulsividad te puede salir bien o mal… todo depende de la situación. Por ejemplo si eres tímido y por un acto impensado decides invitar a salir a una chica que te gusta y ella acepta… ¡enhorabuena! Pero si por causa de tus impulsos dices cosas horribles a tu pareja y eso genera una discusión o una ruptura, deja de ser una habilidad para convertirse en un problema.
Eso no quiere decir que no puedas decirle al otro lo que piensas o sientes, pero muchas veces nuestras palabras salen más rápido de la boca de lo que el cerebro tarda en procesarlas. Allí es cuando puede haber inconvenientes si las cosas no salen tan bien como creías y tus dichos hieren a quien tienes enfrente.
Como primera medida debes determinar si eres una persona impulsiva o quizás algo “verborrágica” sin remedio (aunque para todo hay solución como ya lo hemos dicho). Para ello es preciso que te observes en diversas situaciones.
¿Cómo sueles responder a ciertos estímulos como por ejemplo un cartel de “compre ya”? Si tu primer pensamiento es desembolsar una buena cantidad de dinero en un objeto que seguramente no necesitas, entonces, la impulsividad es más fuerte que tu.
No hay dudas de que si dejas pasar unos minutos, das otra vuelta en la tienda y lo piensas mejor caerás en la cuenta de que ese dinero lo precisas para pagar la renta o comprarle un par de zapatos nuevos a tu hijo.
La voz impulsiva que te hace actuar de una manera específica puede gritarte, pero si no le permites que cambie tu vida no importa el volumen que emplee. Tu debes ser quien tome las riendas cada vez que esas ganas de hacer algo sin pensar se apoderan de ti.
Una buena técnica para poder dejar de lado la impulsividad es analizar cuáles son las consecuencias de tus acciones o dichos. Que tu frase de cabecera sea “necesito pensarlo mejor”. De esta manera será más fácil que tomes las decisiones acertadas o al menos, más pensadas.
Con la cabeza en frío, sin presiones y con un estudio minucioso de los pros y los contras de cada decisión todo te será más sencillo. Por supuesto que es un esfuerzo y lleva tiempo, pero cuando empieces a notar los resultados te habrás dado cuenta de que vale la pena el trabajo.
La insatisfacción nos trae impulsividad
En la sociedad en la que vivimos los estímulos visuales y la publicidad nos hacen pensar que si no tenemos tal o cual cosa no somos felices. Como si un par de zapatos nuevos o un bolso carísimo sean la cura para la depresión (pero eso será motivo de otro artículo).
La insatisfacción puede traer impulsividad. Y a su vez costarte bastante… Cuando vayas de compras (o mejor antes de salir de casa) pregúntate si en verdad esos pantalones tan hermosos que viste en el escaparate los necesitas o los deseas. Además responde a la consulta de ¿qué debo resignar para comprarlos?
Lo mismo se puede emplear cuando estás a punto de decir algo no tan acertado. ¿Es mi necesidad de hablar más fuerte que lo que mis palabras pueden causar?, ¿realmente es bueno que el otro escuche de mi boca lo que tengo preparado para decir?
Por supuesto que no siempre debemos callarnos y asentir en todo, pero quizás si pensamos mejor nuestras oraciones las repercusiones sean menos drásticas. En lugar de decir “te has equivocado en todo”, opta por indicar “tal vez haya cosas en las que puedes mejorar”. ¡Estás diciendo casi lo mismo pero con otra actitud!
“No olvides que la habilidad de hacer una pausa y no actuar por el primer impulso es un aprendizaje crucial en la vida diaria.”