La memoria está lejos de ser una función exclusivamente intelectual. Los recuerdos de una persona no son como los de una computadora: no se almacenan datos, sino que se fijan vivencias. Esto significa que se recuerdan las imágenes visuales, las palabras, pero también los olores, los sabores, las sensaciones…
Se puede decir que la memoria, en el ser humano, es una función básicamente afectiva. La información y las vivencias que se recuerdan casi nunca corresponden a datos objetivos. La memoria humana es creativa y por eso suprime o añade elementos a esos recuerdos, dependiendo de los afectos que estén involucrados.
“Llegará un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza.”Compartir
De hecho, hay ocasiones en que se recuerdan eventos que jamás sucedieron. Esto ocurre principalmente con las vivencias de la infancia. Se experimentó con tal intensidad una fantasía, que resulta integrada a la memoria sin que haya ocurrido en la realidad.
Las vivencias que se recuerdan
En realidad la memoria es capaz de almacenar absolutamente todo lo que vivenciamos a lo largo de nuestra existencia. Sin embargo, solamente se recuerdan conscientemente algunos de esos eventos; los demás quedan sumergidos en el inconsciente.
Con toda seguridad, hay un lugar de nuestra memoria en donde está impreso el recuerdo del momento en que abrimos los ojos al mundo. Sin embargo, ninguno de nosotros puede dar cuenta de ese hecho y esto se debe a dos razones: primero, a que, según un estudio llevado a cabo en Canadá, los recuerdos de los primeros años se borran debido a la constante producción de nuevas neuronas.
En segundo lugar, no tenemos presentes esos primeros recuerdos porque durante esa etapa se producen varias de las experiencias más profundas de nuestra psiquis y estas terminan siendo reprimidas, debido a que pueden resultar intolerables para nuestra conciencia. Es lo que sucede con el Complejo de Edipo.
Aún así, muchos de esos recuerdos persisten y aparecen en la conciencia como una sensación aislada y, al mismo tiempo, muy honda. Por ejemplo cuando se escucha una melodía y se activa una emoción que nos remite al pasado, pero en la que no podemos precisar fecha o situación específica.
Recordamos mejor lo poco común
Esas situaciones que capturan por completo nuestra atención implican el compromiso de toda una serie de componentes. La concentración mental, los sentidos alerta, un sentimiento fuerte asociado y algún elemento de sorpresa o novedad que está relacionado con los tres componentes anteriores. Por eso es relativamente sencillo recordar los eventos poco comunes y en cambio olvidamos fácilmente aquellos que son rutinarios.
Recordamos conscientemente esos momentos que, de uno u otro modo, nos exigen una atención completa y que tienen un impacto afectivo sobre nosotros. Pero esos momentos deben ser también perfectamente comprensibles para que se fijen a la conciencia, de lo contrario generalmente se reprimen.
Los momentos inolvidables
Lo que no se olvida es aquello que nos obliga a vivir intensamente el presente en una situación. Esos instantes en los que te sientes uno con el universo, en donde no existe nada más que lo que tienes a tu alrededor y sientes como si el mundo comenzara y terminara ahí mismo donde estás. Esto vale tanto para las experiencias agradables, como para las que son horripilantes.
Son los momentos en los que sientes el pulso de la vida en tu piel. No importa si es de día o de noche, si hace frío o calor. Lo único que cuenta es que te sientes protagonista de una historia fugaz y al mismo tiempo eterna.
Esos instantes se vuelven tan perdurables, que inclusive años después se pueden evocar con una emoción muy singular. Casi se vuelve a experimentar aquel momento, pues quedan reminiscencias con suficiente intensidad como para que así sea.
Dependiendo de las experiencias anteriores o posteriores a ese momento, la evocación es más o menos exacta. Si lo que siguió a un evento negativo fueron momentos agradables, seguramente es posible recordarlo con menos dramatismo y hasta con risas. Si tras ello hubo otras situaciones difíciles, se le concederá un valor de profunda aversión al mismo.
Si lo vivido fue positivo y le siguieron eventos negativos, se rememorará con nostalgia. Si lo que vino después fueron otros momentos agradables, la emoción del recuerdo puede ser muy intensa y gratificante.
Así es la memoria: creativa y flexible. Como una esponja que absorbe esos instantes únicos e irrepetibles que marcan la diferencia en la vida. Como un gran álbum lleno de fotografías que se repasa cuando el corazón lo necesita y permite comprender que no se recuerdan los días, sino los momentos.
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