El sentimiento de culpa es una realidad incisiva y no siempre fácil de gestionar. La culpa se define como un estado afectivo en el que prima el autorreproche, o sea, la reprobación de los actos, pensamientos o sentimientos propios. A veces se acompaña de un sentimiento de indignidad personal y está en la base de todos los estados depresivos.
Lo que hace complejo el sentimiento de culpa es la ambigüedad que hay en su esencia. Implica una contradicción entre lo que se dice, hace o piensa y la conciencia moral o los valores en los que se cree. En algún punto hay una ruptura entre esos dos ámbitos y es entonces cuando aparece el sentimiento de culpa, que a veces puede adquirir grandes dimensiones.
“No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.”Compartir
Otro elemento que hace difícil tramitar la culpa es el hecho de que algunas personas no solamente se juzgan severamente por lo que hacen en la práctica, sino que también cuestionan con dureza sus propias fantasías, aunque nunca se conviertan en actos.
Las expresiones de la culpa
Lo usual es que el sentimiento de culpa se exprese como remordimiento consciente. Una persona hace algo que va en contra de sus propios valores y principios. Se arrepiente entonces de sus actos y busca reparar el daño mediante algún mecanismo expiatorio como ofrecer excusas o compensar de algún modo su mala acción.
El problema es que no siempre las cosas son tan claras. Hay quienes permanecen constantemente bajo el asedio del sentimiento de culpa, sin una razón específica: son personas que constantemente están haciéndose autoacusaciones. Es como si fueran enemigos de sí mismos y cada cosa que hacen o dicen les parece tonta, ridícula, mala o insignificante.
Lo que sucede es que el sentimiento de culpa puede ser tanto consciente como inconsciente. En el primer caso la persona puede identificar claramente el acto reprobable, el daño causado y el valor o principio que se transgredió. En el segundo caso, el sentimiento es difuso, impreciso, persecutorio. La persona se siente que gran parte de lo que hace es malo y que todo el tiempo actúa incorrectamente.
Ese sentimiento de culpa inconsciente puede ser tan obsesivo que en muchos casos conduce a actuar mal deliberadamente, con el propósito de encontrar un objeto en el cual descargar la culpa que ya se lleva dentro y ser castigado. El castigo libera momentáneamente del peso abrumador de la culpa.
Gestionar el sentimiento de culpa consciente
Los sentimientos de culpa conscientes son más fáciles de gestionar, pero a pesar de esto muchas personas no encuentran la manera adecuada de hacerlo. A veces se actúa como si no hubiera ocurrido nada, utilizando la vieja táctica del avestruz: se esconde el asunto bajo tierra y el implicado se da por desentendido.
Otras veces se buscan pretextos para explicar lo inexplicable. Se omite la responsabilidad en el acto reprobable y se elabora todo un discurso para justificar la forma de actuar. Se le echa la culpa a los demás, o a las circunstancias externas, pero hay una negativa para admitir que se actuó mal.
La única manera sana de superar un sentimiento de culpa consciente es asumir las consecuencias de los hechos. Admitir que se actuó mal ante quien haya salido afectado y buscar los mecanismos materiales y simbólicos para reparar, hasta donde sea posible, los daños causados. No basta con una excusa de paso, ni con una invitación a pasar la página.
Por más que se quiera evadir, la culpa no tramitada no desaparece sino que se queda gravitando de manera invisible sobre la vida. Las personas se pueden volver, por ejemplo, sumamente desconfiadas con los demás, ya que inconscientemente proyectan sus propios errores sobre quienes les rodean. O pueden convertirse en seres excesivamente tolerantes frente a los daños que los demás les infringen.
Gestionar la culpa inconsciente
En el caso de la culpa inconsciente, lo importante, y lo difícil, es detectarla. Si eres una de esas personas a las que las cosas no les salen bien por más que se esfuerzan, o sientes que reiterativamente eres objeto de comportamientos injustos por parte de los demás, o mantienes un diálogo interior en el que no hay más que reproches y descalificaciones para contigo mismo, lo más probable es que lleves dentro un sentimiento de culpa que no has logrado identificar.
Lo importante en esos casos es lograr traer a la consciencia, hasta donde sea posible, el origen de esos sentimientos hostiles para contigo mismo. Los rituales de reparación siempre son liberadores. Como también es liberador hacerte consciente de que todos estamos llenos de errores y que no eres ni el primero, ni el último, que ha hecho cosas de las cuales no se siente para nada orgulloso.
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