Si te preguntáramos, ¿Cuáles han sido los profesores que más te han marcado? Probablemente no tardarías ni un segundo en contestar. Recuerdas sus nombres, sus formas de dar clase y por qué te han marcado. Un buen maestro no se olvida.
Esto se repite para el resto de personas que nos enseñan fuera del ámbito académico, porque el hecho es que quien nos enseña algo valioso también deja una huella en nosotros más allá del propio conocimiento trasmitido.
Lo cierto es que cientos de personas pasan por nuestras vidas y la mayoría de ellas se marcha sin dejar rastro. Pero, aquellas que demuestran una habilidad especial para trasmitirnos un conocimiento son inolvidables. ¿Por qué somos afortunados si contamos con un buen maestro? Porque nos ha transmitido mucho más de lo que en realidad pretendía y nosotros esperábamos.
Un maestro imposible de olvidar
Es interesante ver de qué manera los niños tienen héroes a lo largo de su infancia. Más allá de los padres o de un personaje de la ficción, los maestros ocupan un lugar muy importante en sus vidas.
Por ejemplo, si un profesor le ha inculcado el valor del esfuerzo, le ha dicho las palabras correctas en el momento adecuado o ha empleado una técnica divertida de estudio, es muy probable que el conocimiento adquirido quede adherido al recuerdo de aquello que le hacía tan singular.
Un buen maestro fue ese que enseñaba mientras se divertía, ese que demostraba su vocación frente a 30 niños aburridos y con ganas de estar en otro sitio jugando o aquel que con sus palabras te ayudó a que elijas la profesión a la que actualmente te dedicas.
¿Cómo debería ser un maestro ideal?
No es aquel que pone menos deberes o aquel que permite que los niños hagan lo que quieran en clase. Tampoco es ese que manda tareas que ocupan la tarde entera o que, con su tiranía, mantiene a la clase en un silencio absoluto.
Por el contrario, un buen maestro es aquel que pone el listón a una altura que sus pupilos puedan saltar, un poco más arriba del que podrían superar con comodidad. Además, es aquel que cuenta con las habilidad suficiente para encontrar la mejor manera de que sus alumnos interioricen aquello que pretende trasmitir.
La vocación es algo que quizás no se comprende cuando somos pequeños, pero que distinguimos fácilmente en las personas la tienen. Esto es así, porque se trasforma fácilmente en una actitud, en una disposición positiva frente a los retos que la clase pueda plantear.
Si trata a todos por igual y no hace diferencias, si no le molesta quedarse más tiempo explicando a los que no comprenden, si es cordial y cercano con sus alumnos y, especialmente , si cuenta con una gran dosis de paciencia, entonces será un profesor ideal.
A su vez no le debe faltar entusiasmo por su trabajo, las ganas de superarse continuamente, buscar nuevas formas de decir lo mismo y entregar lo mejor de sí en el conocimiento que imparte.
La verdadera formación es también un aspecto que ningún maestro debería dejar de lado. ¿Qué significa esto? Que, además de impartir datos, fórmulas y técnicas, tenga la capacidad para enseñar sobre valores y buenos hábitos.
¿Existen los grandes maestros fuera de la escuela?
Hasta ahora hemos hablado de los niños y sus maestros de escuela. Pero, la función de un mentor no sabe de edades ni de profesiones. Muchos adultos también buscan una persona que los guíe, que les enseñe aquello que necesitan o quieren aprender.
Si bien se les puede escoger, también hay profesores que encontramos por puro azar, perfectamente nos podía haber tocado el de la clase de al lado o el del curso anterior.
El mentor ofrece todos sus conocimientos a su discípulo o aprendiz y le ayuda a superar diversos obstáculos. Habitualmente se trata de alguien con mucha experiencia en el sector y con un don especial para enseñar o transmitir sabiduría.
Por lo tanto, no importa la edad que tengas: aún estás a tiempo de elegir al “mejor maestro” de la vida.
“Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos.”