“Mujer: ni sumisa ni devota, te quiero linda, libre y loca”, sentenció afortunadamente alguien alguna vez haciendo que este contenido pasase a la historia. Tristemente es necesario aún recordarlo y lo cierto es que aún nos queda un largo recorrido para que cada vez integremos más personas en el mensaje.
Así, no se trata de ser mujer u hombre, sino de ser respetuosos con el mundo y, en este caso, con las personas. Debemos dejar a un lado los estereotipos que alimentan que una mujer deba explotar su cuerpo, ignorar sus necesidades y sacrificarse hasta el agotamiento.
Es esencial que dejemos de alimentar esa idea de la mujer como ser complaciente y sin expectativas ni necesidades. La mujer actual debe sanar su condición de mujer, deshacerse del yugo al que incluso ella misma se somete y reivindicar el derecho a vivir su vida como quiera.
La mujer lejos de la dominación
Como afirma Alicia Giménez Bartlett, “las mujeres actuales no necesitan a nadie que las secunde”. Pero lo cierto es que ser mujer en un mundo “de hombres” a veces no es tarea fácil, pues tenemos arraigadas fuertes ideas que destronan cualquier personalidad ante los prejuicios.
Una mujer tiene el mismo poder personal, la misma capacidad de sentir, de dar forma a su futuro, de crear y cambiar estructuras sociales que un hombre.Compartir
El viaje heroico de ser mujer
Mujer y hombre son iguales en su condición de personas únicas e independientes. Sin embargo, el patriarcado se asume en innumerables gestos, palabras, imágenes, valores, ideas y creencias que sirven como fundamento del sometimiento tanto físico como emocional.
Sin embargo por desgracia toda pesa una enorme barra de acero sobre la mujer, una barra simbólica que legitima ciertos discursos que imponen significados a cada uno de nuestros comportamientos.
“La mejor edad de una mujer comienza cuando deja de esperar que la felicidad venga de un hombre o de fuera, cuando tiene amor propio, respeto por ella misma y no pierde su dignidad por nada del mundo, aun si esto significa quedarse sola”.Compartir
Vivir sometidas a partir de las creencias de una sociedad que aún no es consciente de la desigualdad diaria, del lastre de la violencia de género y de la cosificación de la mujer nos hace vulnerables a sufrir problemas de ansiedad extrema, de depresión, de drogodependencias, de inadaptación, etc.
Por eso el mejor método de defensa está en generar sentimientos comunes, en asumir cada vez mayor peso en el mundo exterior y no creer que el único vínculo legítimo que debemos proteger es el de la familia como un entorno por el que sacrificar nuestra identidad.
Basta de sentirnos culpables por no llegar al agotamiento, basta de no confiar en nuestro valor y en nuestras habilidades, basta de no darnos tiempo para relajarnos, basta de ignorar nuestros sentimientos, basta de vernos en la obligación de complacer, de arreglar nuestros rostros y de encajar en un prototipo.
Comencemos por nosotras mismas y dejemos de enmarcarnos en la pasividad, en la resignación, en la obediencia, en el servicio y el cuidado de los demás, en el sostén del hogar, en los quehaceres y en la crianza, en la imagen de buena esposa, en la cosificación de nuestros cuerpos, en la represión, en la paciencia…
Busquemos la libertad y la identidad personal, dejemos de lado la identidad femenina y no normalicemos acciones, posturas, expectativas y juicios solo porque hemos nacido mujeres. Seamos libres, locas y lindas de corazón, como cualquier otro hombre, como cualquier otra
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