Mi estricta voluntad, mi
punta seca
que está domando en ella
oceánicas pasiones y rumores antiguos.
El cauterio que aplico
a esa llaga amorosa que, sin forma,
palpita.
Si hiero, mato,
engendro.
(Su exánime sonrisa me conmueve y me excita.)
Si la acaricio,
mido,
sujeto sus equívocos y todas
las suavidades sumas que a la nada
convidan.
Hasta que al fin, en
sangre,
en su sólo sí misma,
en mi ir traspasando mis propios
sentimientos,
la obtengo, mato, muero.
Gabriel
Celaya