No compitas ni te compares con nadie, admira a los demás y aprende de ellos, ese es mi consejo. Se cuenta que, en el año 1709, en el palacio del cardenal Ottoboni, tuvo lugar un torneo musical entre Georg Friedrich Haendel y Domenico Scarlatti. Tenían 24 años y contaban con armas singulares: un clave y un órgano.
Los dos se mantuvieron parejos pero al final el órgano inclinó la balanza a favor de Haendel. La rivalidad continuó, pero nunca dejaron de admirarse. Scarlatti, siempre se santiguaba al oír mencionar a Haendel en señal de respeto.
La anécdota de Haendel y Scarlatti, nos demuestra como a pesar de que exista una cierta rivalidad entre los dos músicos, no quitó para que ambos fueran excelentes en sus campos y se profesaran una admiración mutua. Es una cuestión de quererse a uno mismo y de tener la suficiente humildad como para admirar a otras personas que tienen habilidades extraordinarias y dignas de reconocimiento.
“La única forma de progresar en la vida siendo original y sin tener necesidad de competir con nadie es siento tú mismo.”Compartir
No compitas con nadie, no es necesario
En la sociedad actual nos enseñan desde niños a competir. Parece que lo importante es superar al otro y no hacerlo bien. La competitividad está presente en muchos ámbitos no solo en el deporte, competimos para lograr un trabajo, para conseguir un ascenso, para tener más amigos o para estar entre los mejores en el desempeño de alguna actividad. Continuamente se crean concursos y competiciones para encontrar al mejor en algún campo.
“Aléjate de la gente que trata de empequeñecer tus ambiciones. La gente pequeña siempre hace eso, pero la gente realmente grande, te hace sentir que tú también puedes ser grande.”Compartir
La competitividad puede existir incluso con uno mismo, es decir, podemos ser competitivos para intentar superarnos y alcanzar nuestras metas. Pero en este sentido, también debemos actuar con cautela porque una competitividad excesiva, puede tener como causa la frustración.
Tenemos la creencia errónea de que necesitamos ser reconocidos para ser amados, y pensamos que si somos los mejores en algo lograremos ese reconocimiento y ese amor. Sin embargo, esta creencia es falsa, porque ganar no significa lograr amor. Ganar es algo efímero, lo que se queda con nosotros es aquello que aprendimos mientras y cuando lo logramos.
Por lo tanto, no compitas con nadie, colabora con alguien. Y ten cuidado de competir contigo mismo porque hacerlo en exceso nos lleva a la pérdida de confianza en nosotros mismos y a la frustración.
La comparación y la autoestima
La comparación en un momento determinado puede aumentar nuestra autoestima, pero suele ser la forma de hacerlo que más efectos secundarios tiene. Coger esta costumbre coloca nuestra atención fuera de la propia tarea, minimizando la motivación intrínseca que nos pueda dar.
Por ejemplo, si nos centramos en leer más libros que nuestro compañero de trabajo y nos gusta leer, probablemente el hecho de entrar en una competición y empezar a leer casi por obligación, hará que empecemos a odiar abrir un libro. Recuerda, no compitas con alguien incluso en aquello que más te gusta porque puedes acabar odiándolo…
Lo importante para evitar las comparaciones que nos perjudican, es lograr aumentar nuestra autoestima y comprender que todas las personas somos únicas y diferentes, porque nuestras circunstancias también son distintas. Mortificarse porque otra persona ha obtenido una vivienda mejor que la nuestra, un trabajo mejor, nos hace perder la perspectiva. Nuestra vida tiene unos objetivos distintos a la de los demás, basados en lo que nosotros queremos y no en lo que otras personas han logrado.
Si gestionamos de forma adecuada nuestra autoestima, podremos ver el lado positivo de las comparaciones y utilizar su poder motivador para aquellas tareas que tenemos que realizar y que no nos gustan nada. Sin embargo, hay que tener cuidado, porque la línea que divide la comparación positiva de la negativa es muy fina, y es necesario no sobrepasarla en post de un perfeccionismo extremo.
“Un pájaro posado en un árbol nunca tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en la rama sino en sus propias alas.”