Las palabras hirientes, los juicios, las opiniones infundadas, críticas malintencionadas, etc. Cada una de ellas son palabras necias que necesitan de oídos inteligentes que no les den crédito ni les ofrezcan atención.
En otras palabras, no ofende el que quiere sino el que puede y en nuestros oídos inteligentes está la clave de que alguien maneje nuestra realidad o se pierda en insinuaciones que solamente desprestigian su imagen.
Como se suele decir, “lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro”. Así que antes de darle importancia a aquellos “consejos”, “opiniones” o “críticas” que no nos aportan bondad, utilidad o verdad, debemos plantearnos las intenciones de la persona que tenemos delante.
No hay mejor signo de pobreza emocional que la crítica continuada y malintencionada. En cualquier caso, lidiar constantemente con palabras necias suele generar un gran agotamiento emocional.
Así, para protegernos y alimentar la inteligencia de nuestros oídos debemos tener claro que:
- Para vivir no necesitamos la opinión de nadie.
- Las emociones y los sentimientos son siempre validos y no debemos avergonzarnos de ello.
- Hay que perderle el miedo a sentir y a pensar sobre uno mismo.
- Evitemos dar crédito a aquellas frases que se muestras totalitarias (los nunca y los siempre, por ejemplo).
- Escuchar críticas y chismes de manera constante puede saturarnos y hacernos sentir muy mal.
- No podemos olvidarnos de que todo el mundo debe ser respetado, incluso cuando no sea alguien que respete a los demás. Predicar con el buen ejemplo nos ayuda a garantizar nuestro bienestar emocional.
- Hay que recordar que las críticas sin fundamento las realizan personas con gran pobreza emocional y vital. Por eso, si esta persona vive aislada en su resentimiento y no admite ayuda, nos conviene ser emocionalmente egoístas y alejarnos.
La gente en paz consigo misma no hablan mal de los demás
Otro paso para formarnos un escudo protector y hacernos con oídos inteligentes es aprender a identificar aquellas frases que en apariencia son inocentes pero que encierran tras de sí malas intenciones.
Este tipo de frases son manifiestamente tóxicas en ciertos contextos:
- Cuando se está hablando sobre una afición o habilidad el común “Ojalá tuviera tiempo para eso” suele ser igual a “tú no tienes tanto trabajo como yo”, “el tiempo libre es para mí un asunto imposible, yo no vagueo”.
- “Como es obvio” “Como todo el mundo sabe”. No, no y no. Ni todo el mundo lo sabe ni es obvio. El uso de este tipo de apelaciones intenta hacer sentir a la otra persona ignorante y a quien las pronuncia, superior.
- “No tienes derecho a opinar porque tú no conoces estos temas como yo”. No pueden quitarnos el derecho a opinar ni descalificarnos invalidando nuestros argumentos con frases del tipo “tus argumentos son estúpidos y no tienen fundamento”.
- “Si mi profesor lo dice, entonces es cierto”. Este tipo de falacias se aprovechan del respeto que se le tiene a un experto para dar peso a ciertos argumentos.
- “Tú me haces sentir fatal”. Apelar a los sentimientos y hacer responsables a los demás de ellos es otra manera de manipular.
- También aquellas expresiones que tratan de emocionar a la gente en vez de ofrecer argumentos válidos.
- “Id a donde queráis, pero yo ahí no voy”. Para terminar esta frase sería adecuado añadir la coletilla “Y vosotros seréis los culpables de que no vaya, pues sois unos egoístas que solo pensáis en vosotros”. ¿Captamos el mensaje, no?
Debemos dedicar tiempo a mejorarnos y a construirnos unos oídos inteligentes, pues eso nos servirá para mantener una actitud saludable ante la vida y cimentar nuestras relaciones en una buena comunicación y un mejor entendimiento.
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