Podríamos definir el estrés como el estado cognitivo, emocional y comportamental que genera el anhelo o el deseo de querer estar “allí” mientras estamos “aquí”. Es negativo cuando nos desborda y convierte en una agonía la recopilación de pensamientos, la ordenación de quehaceres y la optimización de nuestros recursos.
Las presiones laborales, sociales, familiares y personales nos obligan a estar reajustando nuestras expectativas y nuestra vida de manera continua. No podemos permitirnos perder el empleo, tenemos que pagar las deudas, ocuparnos de 20 tareas pendientes, mantener la dedicación emocional hacia nuestra pareja, estudiar para esos exámenes, etc.
Un día, inmersos en todas estas obligaciones, nos damos cuenta de que nos cuesta conciliar el sueño y que a las tres de la madrugada estamos en nuestra cama dándole vueltas a la manera en la que podemos hacer frente a los gastos de este mes.
Pasan las horas mientras cada vez nos angustiamos más por el hecho de que no conseguimos dormirnos y necesitamos descansar para el día siguiente. Finalmente un sueño ligero y poco reparador se apodera de nosotros, haciendo que cada vez estemos más fatigados y de peor humor.
Esta situación se repite día tras día haciendo que el agotamiento se incremente, generando fuertes dolores de cabeza cada vez más frecuentes que nos hacen tener una desagradable sensación de embotamiento mental y entumecimiento emocional y físico.
Es probable que nuestro pulso se acelere y que nos sintamos taquicárdicos de vez en cuando. Además, en ciertas situaciones nuestra respiración es entrecortada y en otras nos descubrimos intentando marcar un ritmo de respiración profunda para manejar nuestro estado de activación.
El castigo del estrés
Cuando los factores estresantes son de tipo psicológico y social, nuestro cuerpo pone en marcha ciertas respuestas fisiológicas que nos permiten “mantener el ritmo” durante cierto tiempo y preocuparnos de aquello que puede acarrear consecuencias negativas para nosotros (por ejemplo, trabajar para no quedarnos sin sustento económico).
Sin embargo, estas respuestas fisiológicas no resultan adaptativas “a largo plazo”; de hecho, si se mantienen en el tiempo, sus efectos quedan patentes en una disminución de la excitación sexual, en problemas menstruales en el caso de las mujeres, en un peor funcionamiento del sistema inmune, etc.
Aunque el tema es mucho más complejo, podríamos entender como factor estresante todo aquello que desestructura nuestro equilibrio y que obliga al eje hipotálamo hipofisario adrenal a intentar mediar un reajuste que garantice nuestro bienestar psicológico y físico.
El cuerpo con estrés, un sistema que intenta hacer frente a las amenazas
Escribió Robert M. Salpolsky en su recomendado libro ¿Por qué las cebras no tienen úlceras? que “en nuestra privilegiada vida hemos sido los únicos del mundo animal con la suficiente inteligencia como para inventarnos ciertos agentes estresantes y los únicos lo bastante estúpidos como para permitir que dominen nuestras vidas”.
El estrés es el resultado de las divergencias percibidas entre las demandas del entorno y las herramientas de las que disponemos para hacerles frente. Por lo tanto hacernos con útiles que nos permitan equilibrarnos de manera cotidiana es una buena estrategia para poner en marcha una respuesta adecuada.
Cómo respondamos al estrés y cómo gestionemos esto dependerá en gran parte de las diferentes variables personales y sociales que confluyan.Compartir
El apreciado lector ya sabrá que las fórmulas mágicas que funcionan para todos los casos no existen. No obstante, sí que podemos ponerle nombre a algunas de esas estrategias y técnicas que podemos aprender de la mano de un profesional y con manuales de autoayuda dirigidos.
Así, como manuales dirigidos hacia problemas de ansiedad y estrés tenemos:
- Algunos de los libros de Albert Ellis: “Usted puede ser feliz” y “Cómo controlar la ansiedad antes de que le controle a usted”.
- “Adiós ansiedad” de David Burns.
- “El estrés. Nuevas técnicas para su control” de Francisco Javier Labrador Encinas.
Resultará útil y enriquecedor para afrontar el estrés y la ansiedad que aprendamos más sobre técnicas de respiración, de parada de pensamiento, de relajación y de afrontamiento, etc. Asimismo, la técnica del mindfulness o de la conciencia plena es una buena manera de aprender a centrarnos en el aquí y el ahora.
La lista de recomendaciones puede ser tan interminable como casos concretos de estrés y de ansiedad haya. Por eso es importante que indaguemos profundamente para dar con aquellas estrategias que más útiles nos sean para afrontar las situaciones de estrés que tanta mella hacen en nuestra salud general.
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