La tristeza y la alegría tienen una estrecha relación, son inseparables, ya que ambas emociones se encuentran sobre la misma balanza. Una le da sentido a la otra, es por eso que son igual de valiosas. Así y aunque esto parezca una contradicción -y de contradicciones vamos a hablar a lo largo de este artículo- no son emociones incompatibles, de hecho con frecuencia se suelen presentar juntas.
¿Valoras tu tristeza igual que tu alegría? Tendemos a pensar que la alegría es la emoción por excelencia, a la que aspiramos. Es la que más anhelamos y a la que intentamos seducir para que se quede con nosotros el máximo tiempo posible. Sin embargo, el valor de la alegría reside en la profundidad de la tristeza.
El privilegio de nuestras vidas está en la complejidad de lo que somos capaces de experimentar, de sentir y cultivar mediante nuestras emociones, sensaciones y sentimientos. Existen momentos para reír, llorar, amar, enfadarnos, alejarnos, disfrutar y agradecer cada detalle que tenemos la oportunidad de vivir. Todo este compendio de experiencias es el que teje el material del que estamos hechos.
“Vuestra alegría es vuestra tristeza sin máscara. El mismo pozo que da nacimiento a vuestra risa se ha llenado infinitas veces con vuestras lágrimas. ¿Y cómo podría ser sino así? ¡Cuánto más profundamente clave la tristeza su garra en vuestro ser tanto más alegría podréis contener.”Compartir
Dejando espacio para la tristeza
La tristeza es una de las emociones que muchas veces no dejamos que aparezca, ya que nos resulta desagradable y molesta. Tenemos la creencia de que esta emoción solamente nos perjudica y nos impide que seamos felices, lo que hace que intentemos reprimirla o negarla.
Lo cierto es que, al reprimir esta emoción, estamos a su vez cerrando una valiosa puerta para dejar fluir nuestra energía vital. Así, al contener alguna de nuestras emociones obstruimos el paso para que pueda expandirse nuestra alegría.
“Cuando estéis alegres mirad en el fondo de vuestros corazones y hallaréis que lo mismo que os da hoy alegría fue aquello que os llenó ayer de tristeza. Y cuando estéis tristes, mirad de nuevo y descubriréis que estáis llorando por aquello que fue ayer vuestro deleite.”Compartir
Creando armonía entre contradicciones
La quietud y el equilibrio solo nos indican que estamos vacíos. La esencia de nuestra vitalidad es la luz y la oscuridad, los opuestos, la paradoja y las contradicciones. Integrar la razón y el sentimiento nos da la posibilidad de alcanzar armonía, de crear un hilo del que tirar en el que las dos se sientan partícipes.
Sabemos que estamos vivos gracias a nuestros altibajos y a la intensidad de nuestras sensaciones. ¿Quién no ha sentido una contradicción entre lo que sentía y lo que pensaba? Es inevitable que surjan discrepancias en nuestras vidas. Resolverlas es parte de nuestro desarrollo personal: tomando decisiones sabiendo que no hay elección buena o mala, sino tan solo consecuencias.
“Estáis suspendidos entre los platillos de una balanza que solo cuando están vacíos están equilibrados. Pero si queréis pesar vuestros tesoros, entonces corresponderá a uno u otro subir o descender.”Compartir
Lo opuesto es complementario
Si atendemos a nuestras experiencias, comprobaremos como existe una doble cara en aquello que vivimos: al igual que experimentamos el placer también conocemos el sufrimiento, sentimos el amor y sabemos del temor, de lo absurdo y lo divino, de la tristeza y la alegría, del entusiasmo y el aburrimiento, etc.
Todos estos opuestos están relacionados, forman parte de la misma moneda. De esta manera se complementan, ya que es la existencia de uno la que le da valor al otro. En la alegría está oculta nuestra tristeza y en la tristeza la alegría, dándose sentido y valor entre sí.
Es por esta razón que tiene una gran importancia que valoremos todos nuestros aspectos, no son mejores unos que otros, son complementos de nuestra experiencia. Al aceptar nuestras emociones dejamos de oponer resistencia a lo inevitable, a la expresión de nuestro ser.
“No sé si soy una persona triste con vocación de alegre, o viceversa, o al revés. Lo que sí sé es que siempre hay algo de tristeza en mis momentos más felices, al igual que siempre hay un poco de alegría en mis peores días.”