Decidirse o no decidirse tiene consecuencias. Muchas veces creemos que no decidir es la mejor manera de escapar de cierta situación, pero nos equivocamos ya que dejar que el tiempo sea quien despeje las dudas también es una decisión. Tanto si opinas como si te quedas callado, si actúas o te quedas quieto… estarás decidiendo cómo continuar.
Solemos ver cómo los políticos se abstienen de decidir en el Congreso o los ciudadanos votan en blanco durante las elecciones. ¡Todos ellos están tomando una decisión al no decidir! Sin duda, no decidir es un juego de palabras que refleja una realidad que a veces omitimos por miedo a enfrentar la situación de incertidumbre y hacernos responsables de los resultados.
No decidir es tu decisión
Siempre estamos tomando partido por una u otra cosa aunque no nos demos cuenta o ni siquiera lo sepamos. Incluso si pensamos que no decir una palabra hiriente o no afrontar los miedos nos está “salvando” de un problema. No podemos engañarnos. Abstenerse a tomar una postura… ¡es tener una postura!
Si ante las discusiones de pareja te quedas callado para no empeorar las cosas, si por miedo al que dirán no dices lo que te parece en una reunión o si te quedas en casa por temor a que algo malo te suceda… ¡estás tomando decisiones! Así, tú eres responsable de que en ocasiones tu pareja no sepa lo que piensas y no pueda comprender por qué te sientes frustrado o enfadado.
Decidir o no decidir, esa es la cuestión
Algunas cuestiones pueden ser muy sencillas si debemos tomar una decisión (como por ejemplo qué ropa me pongo o qué preparo para la cena) pero hay otras que necesitan de un análisis más exhaustivo. Mientras estamos pensando al respecto y no tomamos una postura debemos comprender que también decidimos: decidimos no dar un paso más. Y nadie nos está obligando a ello. Por esta razón es que decimos que no tomar decisiones es una decisión más.
Seguro conoces el refrán que dice “el que calla otorga”. Exactamente es eso lo que sucede cuando no tenemos definido qué queremos hacer o decir. Si te quedas en silencio o quieto en tu lugar debes asumir las consecuencias de tu falta de acción. No te excuses ni creas que de esta manera te salvarás de las reacciones. Recuerda que cada estímulo tiene una respuesta. Por lo tanto cada “no decisión” conlleva a una “no aceptación” o a “no involucrarse” con un problema o situación particular.
No decidir es dejar actuar al azar
Puede que tengamos la tentación o la costumbre de no tomar decisiones por miedo de lo que pueda suceder. No queremos hacernos cargo de nuestros pasos y preferimos optar por ser “pasivos” o “inactivos”. Creemos que el destino, el Universo o la suerte se encargarán de nuestro problema. Pero esto no es así. Cuando optamos por no decidir podemos provocar consecuencias peores que si al menos intentamos hacer algo al respecto.
Cuando debemos optar por una alternativa entre las que se nos presentan preferimos cerrar los ojos, cruzarnos de brazos o sentarnos en el suelo en lugar de analizar las repercusiones de cada una. Si te empeñas en mantener esa postura de la “no decisión” luego no podrás reclamar a nadie por lo que te sucede. Es tu responsabilidad y de nadie más. No olvides que la inacción no te dará derecho a pedir explicaciones a los demás.
Por supuesto que tienes la posibilidad de cambiar y conseguir el efecto deseado. Pero para ello tienes que tomar un papel activo, aunque cognitivamente te sature y te equivoques, de esa manera acertarás y/o aprenderás. No olvides que tú eres el artífice de tu propio destino. Anímate a tomar decisiones aunque te equivoques. Aprende de tus errores y asume tus responsabilidades. ¡Será realmente meritorio que cometas errores al decidir!
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