J.K. Rowling trabajaba de secretaria en Londres, pero siempre había soñado con dejar su trabajo y dedicarse a escribir. En secreto escribía en su oficina e imaginaba historias de un joven mago llamado Harry Potter. Sus jefes se cansaron y la despidieron. La indemnización que le pagaron le permitió mantenerse y escribir un libro que se convertiría en uno de los más vendidos de la historia. Pero, ¿aprendió del éxito o del fracaso?
En los últimos años se ha ensalzado la importancia del fracaso como una forma de aprendizaje y de superación, pero el éxito también enseña y refleja en nuestra memoria el camino, en ocasiones tortuoso, que hemos transitado para lograrlo. En realidad, tanto el éxito como el fracaso son una lección en sí mismos.
“Ten el coraje de seguir tu corazón y tu intuición. De algún modo ellos ya saben lo que realmente quieres ser.”Compartir
Por otra parte, en la visión del éxito y el fracaso interviene también un aspecto cultural. En España existe un gran miedo, en general, al error, al fracaso. Sin embargo, en otros países, como Estados Unidos, fracasar no está mal visto, sino todo lo contrario, se considera una experiencia muy valiosa para aprender.
Qué se aprende del éxito y del fracaso
Los dos son buenas herramientas para el aprendizaje, pero en realidad debemos estar muy atentos porque de lo que se aprende es de la experiencia. Es decir, es necesario prestar atención a lo que ha sucedido, analizarlo y sacar conclusiones. Del fracaso se aprende a ser humilde, a analizar bien las diferentes variantes que intervienen en cada situación, a intentar no repetir el mismo error, a saber que se puede seguir adelante a pesar del fracaso.
“El noventa por ciento del éxito se basa simplemente en insistir.”Compartir
El éxito conduce al éxito
La investigación realizada por Mark H. Histed, profesor de Neurobiología en la Universidad de Harvard, llega a la conclusión de que el cerebro es más receptivo al aprendizaje después del éxito que después de un fracaso. Parece que la emoción de alegría que acompaña al éxito refuerza los circuitos neuronales que consolidan el recuerdo de todo lo aprendido.
Las células cerebrales y sus interconexiones afinan su configuración de manera más precisa si la experiencia es de éxito. Por lo tanto, podemos concluir que el éxito lleva al propio éxito y que además que un reconocimiento y una celebración del mismo, como tal, provoca emociones que refuerzan el recuerdo de lo positivo.
Cómo analizar el fracaso
En el caso en que fracasemos en algún proyecto personal o profesional, llega un momento en el que es necesario hacerse preguntas para entender qué ha sucedido y por qué razón. Esa es la única forma en la que lograremos aprender de un error. Algunas preguntas esenciales son las siguientes:
¿El objetivo estaba bien definido?
Uno de los problemas fundamentales a la hora de iniciar un proyecto, que puede ser desde hacer un viaje hasta lograr el trabajo de tus sueños, es definir el objetivo de forma correcta. Si quiero hacer un viaje, mi objetivo no puede ser: “Este año quiero viajar muy lejos”. A ese objetivo le falta concreción: ¿dónde quieres viajar, a qué país y a qué ciudades? ¿cuándo quieres viajar, en qué fecha? ¿cuánto va a durar el viaje? ¿con quién vas a viajar? ¿cómo vas a pagar al viaje?
Además, para fijar un objetivo y no frustrarnos, es necesario fijar metas a corto plazo para ir acercándonos poco a poco a ese objetivo. Es decir, se trata de pensar en todas las actividades que tengo que hacer para alcanzar ese objetivo y ponerles fecha. Pero en este sentido es necesario ser realistas para evitar la frustración y tener en cuenta que a veces, por el camino, van cambiando las cosas y puede cambiar también nuestro objetivo.
¿Se ha hecho todo lo posible para alcanzar el éxito?
Tendemos a quejarnos muchas veces, sin querer ver que lo que nos sucede en la vida depende en gran medida de nosotros mismos. Por ese motivo, cada vez que fracasemos será el momento de analizar si todo lo que hemos hecho era todo lo necesario, ver si podíamos haber hecho algo más y qué puede ser ese algo más. No se trata de torturarnos, sino de sacar una lección.
¿Se exageran las consecuencias del fracaso?
La respuesta no es simple, depende de nuestra genética pero también de nuestra historia de aprendizaje. Haber tenido una infancia rodeada de personas que incidían en nuestros errores, probablemente va a sesgar la atención hacia ese lado de la balanza. Por el contrario, aquellas que vieron reconocidos sus éxitos tenderán más a fijarse en estos.
Lo habitual y también lo más sano es tener en cuenta estos dos posibles resultados evaluativos. En caso contrario, terminaremos trabajando con una opinión muy sesgada de la realidad y de nosotros mismos. Es muy complicado levantar cabeza cuando al mirar hacia atrás solo vemos puntos negros, pero no menos complicado es bajar del pedestal cuando miramos atrás y solo vemos logros.
“Muchos fracasos ocurren en personas que no se dieron cuenta lo cerca del éxito que estuvieron.”