Cuando nos queremos referir a las cualidades o características más o menos gratas de otra persona o de nosotros mismos las llamamos virtudes y defectos respectivamente. Se dice que estos nos definen y clasifican nuestra manera de comportarnos en listas de adjetivos: es generoso y amable, pero algo borde.
Realmente tanto las virtudes como los defectos existen pero pueden ser muy relativos o ser opiniones personales que vertemos sobre los demás sin darnos cuenta de que pueden llegar a ser reflejo de nosotros mismos, como vamos a ver a continuación.
Proyecciones: el efecto espejo
Probablemente no sea la primera vez que este debate ha surgido en torno a ti ni que hayas escuchado aquello de que quien nos rodea nos refleja. Piensa, en cierto sentido, no deja de ser algo cierto: siempre estamos condicionados por las interrelaciones que tenemos.
“Cuanto más virtuoso el hombre,
menos acusa de vicios a los demás.”
-Cicerón-
Nos cuesta reconocer en nuestra personalidad aquello que no nos gusta y a veces omitimos que poseemos lo que nos molesta ver en otros. Por esta razón el efecto espejo ocurre también a la inversa: tus amigos o tus familiares pueden criticar o alabar de ti una parte que es reflejo de su personalidad.
Las virtudes y defectos pueden ser relativos
Una de las razones por las que nos juntamos con determinadas personas y no con otras tiene que ver con compartir cualidades que son positivas y rehuir las negativas. Sin embargo, ¿quién dice que a lo que yo llamo defecto, tú no puedes llamarlo virtud?
Las virtudes y defectos son muy relativos y varían según la óptica que los analice. Puede pasarnos, de hecho, que veamos listas de adjetivos que alguien ha considerado como virtudes o como defectos y que no estemos para nada de acuerdo: catalogarás como cualidad positiva o negativa utilizando un criterio muy personal.
“Los defectos de un hombre se adecuan siempre a su tipo de mente.
Observa sus defectos y conocerás sus virtudes.”
-Confucio-
Esto no quiere decir que no haya cualidades que por sí solas nos parezcan universalmente positivas o negativas, como la capacidad de resiliencia, la sinceridad, la humildad o la inseguridad. Lo que queremos señalar es que, más allá de estos universales, factores como nuestra manera de ver el mundo o el estado de ánimo que tengamos influyen a la hora de clasificar los adjetivos a un lado u otro de la balanza.
¿Virtudes y defectos según nuestro estado de ánimo?
Las emociones que sentimos configuran prácticamente todo, pues en virtud de cómo nos encontremos tomaremos perspectivas diferentes de lo que vivimos en el momento y de con quién vivimos. Si estamos desanimados la visión de a los que observamos será más aversiva que si tenemos un bienestar emocional sano, por ejemplo.
“Si mantienes tu juego a un cincuenta por ciento pero la mente a un noventa por ciento, acabarás ganando. Pero si mantienes tu juego al noventa por ciento y tu mente al cincuenta por ciento, acabarás perdiendo.”Compartir
Los demás nos verán alegres si lo que transmitimos es alegría y al contrario si estamos tristes. En otras palabras, verán virtudes por encima de defectos o al revés. Por ello, vemos a los demás de la misma manera: establecemos los juicios en función de lo que se nos mueve dentro.
En este sentido, si estamos teniendo un buen día o una buena época probablemente seamos mucho más tolerantes ante aquello que nos desagrada y al revés. Siempre es necesario que tengamos en cuenta estos factores; pues, de lo contrario, podríamos herir con juicios de valor desafortunados o decepcionarnos antes de tiempo.
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