Muchos de nosotros estamos deseando que lleguen unos días sin ocupaciones ni agenda que logren que nos relajemos y permitan soltar ese estrés acumulado. A la misma vez, dejamos asuntos pendientes para esos días de vacaciones con el fin de realizarlos “con total tranquilidad”, postergamos decisiones acerca de nuestro futuro también para esos días mágicos o simplemente expresamos nuestro deseo de hacer lo que nos gusta en esas jornadas.
No nos damos cuenta de que las verdaderas vacaciones no se basan en tener días sin nada que hacer o para cambiar de actividades. Las verdaderas vacaciones son mentales y lo otro son días no laborables con otro tipo de “estrés”. Además, por si no fuera poco, algunas personas ni tan siquiera planifican un descanso y lo entienden como una forma de “estrés con más calma”.
La verdadera forma de descansar no solo se puede dar en días de vacaciones, sino que también es posible y recomendable en nuestro día a día. Así, evitaremos acumular un gran cansancio si somos conscientes de cómo funciona nuestra mente y de que el estrés procede en muchas ocasiones por dejarla en estado “on” para asuntos irrelevantes, sin demasiada solución y que solo nos hacen rumiar sin parar.
Motivados por ello, vamos a daros algunas pautas para conseguir esas ansiadas vacaciones mentales y que no se terminen convirtiendo en unas vacaciones con ansiedad. De la misma forma, vamos a intentar integrar esta forma de relajarnos en nuestra rutina habitual.
“Para la mente, cualquier asunto es como un hueso para un perro. Le encanta cogerlo, olerlo y mordisquearlo hasta la extenuación y, cuándo se le acaba, quiere otro”Compartir
Vacaciones mentales: qué son y cómo se consiguen
No tienes que pedirle días libres a tu jefe, ni permiso a tus padres ni opinión a tus amigas o pareja. Las vacaciones mentales suceden si tú quieres en cualquier momento o lugar. Lo más importante es establecer hábitos cognitivos y conductuales: los cognitivos nos ayudan a que sea nuestra propia mente la que regule la frecuencia y el malestar con la que vivimos algunos pensamientos y los conductuales nos ayudan a que lo anterior sea mucho más fácil.
Por tanto, vamos a nombrar numerosas estrategias para aseguraros no un mayor control de vuestros pensamientos. Ten en cuenta que esto no se puede conseguir, sino mejoramos nuestra convivencia con ellos.
Medita en algún momento del día
Meditar no solo es una técnica milenaria para lograr la calma. Diferentes estudios han puesto de manifiesto su efectividad como una herramienta de valor que facilita la acción terapéutica frente a la ansiedad. Por lo tanto, su efecto va más allá del mero placebo y realmente meditar genera una descarga mental a través de la calma física dirigida.
Anota los pensamientos que no tienen solución
Dicen que para ser feliz hay que tomar decisiones. Ellas dirigen nuestro presente y encaminan de forma discreta nuestro futuro. Por otro lado, escapar de ellas o dejar que las tomen otros o el tiempo por nosotros no suele ser la mejor opción. Sin embargo, como todo, las decisiones tienen un tiempo y un espacio.
Está claro que no podemos cambiar de mente cada vez que entramos en el trabajo, en casa o damos nuestro paseo diario. Todo nuestro maravilloso procesador nos acompaña allá donde vamos. Sin embargo, sí podemos educar la mente para que sepa aplazar deliberaciones que solamente pueden enturbiar el desempeño de la tarea que estemos realizando en ese momento.
Igual que existe una atención para fijarnos en los objetos, sonidos o sabores, también existe una atención mental que puede ser dirigida a uno u otro lugar. Tomar el control de esta atención no es fácil: nadie nos lo ha enseñado y generalmente somos tan torpes haciéndolo que no hemos sido capaces de experimentar los beneficios de esta práctica.
Tampoco estamos acostumbrados a clasificar las decisiones. Hay algunas que ya hemos tomado pero a las que les damos vueltas como si fueran un chicle, otras sobre las que simplemente nunca ha existido tal disyuntiva (se basan sobre una mera hipótesis), otras que reclaman ayuda de una persona experta y finalmente otras que fáciles o difíciles tenemos que tomar. En función de una u otra, nuestra forma mental de actuar tiene que ser distinta.
Si no tienes posibilidades económicas para emigrar, por ejemplo, no estés deliberando sobre esa opción hasta que no obtengas los medios necesarios para hacerlo. Acorta el tiempo dedicado a pensar, hazlo cuando pueda ser una decisión verdaderamente viable. Anota estos aspectos para percibir el control sobre ellos, antes de que tomen el control de tu mente por la incertidumbre que implican.
Por otra parte, si estás decidida a hacer algo no analices todo desde mil perspectivas distintas: todo tiene sus pros y contras, haz una lista con ellos y si te compensa lo positivo, decide lo más rápido que puedas. No hay que ser impulsivo/a pero hay que procurar no dilatar una decisión más y más tiempo.
Ponte en marcha
Caminar es una actividad enérgica y anárquica, tus pensamientos fluyen y parece que lo hacen al mismo ritmo que tu mente. Es como si le dieras un compás, un ritmo a través de tus movimientos en el que se encuentra muy a gusto. El movimiento también puede ir acompañado de una buena conversación con un buen amigo/a o de pintar o generar una forma de expresión en sí mismo, como las manualidades.
Recuerda la relación que existe entre el cuerpo y la mente. Utilízalo, no te acuerdes de tu cuerpo solamente cuando proteste. No olvides que es una gran herramienta que tienen comunicación directa con la mente.
Establece control de estímulos
Es como si te pasaras todo el día llenos de calles atestadas de gente. Como el día antes de reyes por las calles comerciales, igual. No caminas a gusto, vas mirando a todos los lados y a ninguno y te llegan una gran cantidad de mensajes que te saturan. Lo más probable es que tú mente se pase en esta calle días y días. Además, también es muy probable que las veces que intenta escapar la retengas porque tienes la sensación de que fuera de ahí estas perdiendo el tiempo.
Ya sea por obligación o porque es lo socialmente correcto, tu mente va de lugar en lugar perseguida por ese ruido que no hay manera de apagar. Para y salte, túmbate y cierra los ojos. Acostúmbrate a escapar de vez en cuando, elige los momentos y no dejes que la necesidad te saque de manera atropellada por donde quiera. Que no lo haga como lo suele hacer, con una pérdida, porque parece que solamente nos hacemos una idea de qué va esto cuando nos toca, por desgracia, afrontar un duelo.
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