Hace unos días las redes sociales del mundo entero y en especial de Sudamérica se volcaban en buscar y encontrar a dos jóvenes viajeras argentinas desaparecidas mientras realizaban como mochileras un preparado viaje por un bonito país, Ecuador.
Según la versión oficial, la triste historia se resolvió en un día y por internet. Marina Menegazzo y María José Coni habían sido brutalmente asesinadas por dos desalmados. Sus familiares y amigos se preguntan cuál fue la razón por la que accedieron a hospedarse en una vivienda precaria de la costa ecuatoriana la noche del 22 de febrero.
Alberto Mina Ponce y Aurelio Eduardo Rodríguez fueron sus verdugos. Ellas no quisieron dejarse tocar, no quisieron dejarse someter y ellos acabaron con sus vidas. No respetaron su decisión, no respetaron su integridad, no respetaron sus vidas. Ahora, el mundo entero destila odio hacia ellos, un odio que acechará a estos dos asesinos toda su vida.
Nosotros respondemos: ¿solas?, ¿con quién más y por qué deberían viajar?, ¿qué más da cómo fuesen vestidas?, ¿son ellas las culpables de su asesinato?, ¿por qué la gente se pregunta esto en estos momentos?, ¿por qué, qué? La pregunta adecuada es qué van a hacer con esos dos asesinos y cómo vamos a deshacernos del virus que contamina a esta sociedad tan enferma.
La emotiva y triste carta que escribieron por ellas
No la escribieron ellas, pero les ponen voz. La autora de esta carta abierta es Guadalupe Acosta y con ella invita al mundo entero a ponerse en el lugar de estas mujeres y a alzar la voz contra el machismo, la violencia de género y la injusticia de las preguntas sobre estos asesinatos.
Ayer me mataron.
Cual desperdicio me metieron a una bolsa de polietileno negro, enrollada con cinta de embalar y fui arrojada a una playa, donde horas más tarde me encontraron.
Pero peor que la muerte, fue la humillación que vino después.
Desde el momento que tuvieron mi cuerpo inerte nadie se preguntó donde estaba el hijo de puta que acabo con mis sueños, mis esperanzas, mi vida.
No, más bien empezaron a hacerme preguntas inútiles. A mi, ¿Se imaginan? una muerta, que no puede hablar, que no puede defenderse.
¿Qué ropa tenías?
¿Por qué andabas sola?
¿Cómo una mujer va a viajar sin compañía?
Te metiste en un barrio peligroso, ¿Qué esperabas?
Cuestionaron a mis padres, por darme alas, por dejar que sea independiente, como cualquier ser humano. Les dijeron que seguro andábamos drogadas y lo buscamos, que algo hicimos, que ellos deberían habernos tenido vigiladas.
Y solo muerta entendí que no, que para el mundo yo no soy igual a un hombre. Que morir fue mi culpa, que siempre va a ser. Mientras que si el titular rezara que los que fueron muertos eran dos jóvenes viajeros la gente estaría comentando sus condolencias mientras que con su falso e hipócrita discurso de doble moral pedirían pena mayor para los asesinos.
Pero al ser mujer, se minimiza. Se vuelve menos grave, porque claro, yo me lo busqué. Haciendo lo que yo quería encontré mi merecido por no ser sumisa, por no querer quedarme en mi casa, por invertir mi propio dinero en mis sueños. Por eso y mucho más, me condenaron.
Y me apené, porque yo ya no estoy acá. Pero vos si estas. Y sos mujer. Y tenés que bancarte, que te sigan restregando el mismo discurso de “hacerte respetar”, de que es tu culpa que te griten que te quieran tocar/lamer/ chupar alguno de tus genitales en la calle por llevar un short con 40 grados de calor, de que vos si viajas sola sos una “loca” y muy seguramente si te paso algo, si pisotearon tus derechos, vos te lo buscaste.
Te pido que por mí y por todas las mujeres a quienes nos callaron, nos silenciaron, nos cagaron la vida y los sueños, levantes la voz. Vamos a pelear, yo a tu lado, en espíritu, y te prometo que un día vamos a ser tantas, que no existirán la cantidad de bolsas suficientes para callarnos a todas.
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