Regla de salud emocional: hay personas que te merecen y personas que no
Hay una regla básica para conservar nuestra salud emocional, distinguir a quien nos merece de aquellos que no. Para ello debemos acercarnos a algunos principios básicos de discriminación que básicamente consisten en separar lo bueno de lo malo para valorar la tonalidad gris de nuestras relaciones.
No nos merecemos que alguien nos busque solo cuando nos necesita. El egoísmo es insano y, por eso, es mejor mantenerlo alejado de nuestra vida. Tampoco nos merecemos la indiferencia, la no atención y el maltrato. Esas son máximas o principios que deben ser inquebrantables.
De todas maneras, esto no quiere decir que aquello que no nos merecemos haga de los demás malas personas sino que nuestra relación puede no ser sana y alimentar un vínculo negativo lleno de dolor que abre heridas peligrosas para nuestro salud emocional.
Somos lo que nos decimos
Para lograr discriminar qué nos hace sentir bien y qué no, hemos de tener muy claros los mensajes emocionales que resultan saludables para nosotros. O sea, debemos analizar nuestro diálogo interior. Pero, ¿qué es nuestro diálogo interior?
El diálogo interior es nuestra manera de comunicarnos con nosotros mismos y resulta determinante para el manejo de nuestro autoconcepto y de nuestra autoestima. Por lo tanto este debe ser positivo y aportarnos confianza, seguridad, vitalidad y proyección.
Asimismo, si habitualmente nuestro autoconcepto se apoya en frases como las que siguen, es difícil atraer buenas actitudes y relaciones a nuestra vida:
Soy malo o mala, merezco que me abandonen.
- No soy digno de amor.
- Nadie puede llegar a apreciarme o a quererme.
- A nadie le importo.
- Doy bastante lástima.
- Merezco las críticas.
- Soy débil.
- Soy feo o fea.
- Etc.
Conocemos el efecto que tienen las palabras de los demás sobre nosotros cuando nos hacen sentir bien, nos hieren o dejan de hablarnos en un tono adecuado. Sin embargo, no solemos plantearnos hábilmente cómo nos influye la manera en la que nos hablamos a la hora de relacionarnos.
Si nos reconocemos en un diálogo interno negativo debemos tomar cartas en el asunto y comenzar a darnos indicaciones positivas y emocionalmente inteligentes. Estas pueden ser de varios tipos según lo que necesitemos. Así, si por ejemplo hablamos de que una persona cree que “no vale nada”, debe decirse a sí misma: “valgo mucho porque…”.
Nuestro cerebro recibe nuestras órdenes y según el tipo de pensamientos al que le tengamos acostumbrado pone en marcha una maquinaria neuroquímica u otra. Es decir que, por ejemplo, los pensamientos que nuestro cerebro crea, bloquean la secreción de serotonina o la promueven.
Esto es mucho más complejo, por supuesto, pero esta sencilla regla nos ayudará a entender que aquellas personas con un lenguaje pesimista, inseguro y dependiente van a ser mucho más vulnerables en su relaciones y, por lo tanto, es probable que de toparse con personas equivocadas en malas situaciones acaben dañando su salud emocional.
Por eso es tan importante que controlemos lo que nos decimos y lo que les decimos a los demás, pues nos ayudará a discernir con claridad lo que es bueno y malo para nosotros, así como a fortalecernos para decir que no queremos en nuestra vida a quien no nos merece porque no nos hace bien.
“No te merece quien, con su indiferencia, te hace sentir invisible y ausente. Te merece quien, con su atención, te hace sentir importante y presente.
No te merece quien te ilusiona con lo que dice para luego desilusionarte con lo que hace. Sí que te merece aquel que dice menos, pero hace más.
No te merece quien solo te busca cuando te necesitas, sino quien siempre está a tu lado cuando sabe que lo necesitas. No te merece quien te hace estar triste y llora, sino quien te alegra y te hace sonreír”.
Me quiero a mí misma/o porque…
Ahora llega la siguiente tarea, completar la frase “Me quiero a mí misma o mismo porque…” tantas veces como se nos ocurran y de manera totalmente sincera y espontánea. Todo vale, no debemos ponernos barreras de ningún tipo.
Si nuestras relaciones nos están obligando a hipotecar nuestro diálogo interno positivo, algo va realmente mal. Muchas veces la solución para restablecer el equilibrio de nuestras conversaciones interiores debe pasar por hablar con esas personas que “nos están afectando” y plantear la desigualdad que está manejando la relación y el autoconcepto que fomenta esta circunstancia.
Debemos, partiendo de esta base, intentar buscar así un equilibrio saludable que fomente nuestra salud emocional. Si este acuerdo sano no llega, debemos siempre elegir ser nuestra prioridad, cuidarnos y comenzar a escribir internamente un guión en el que nosotros seamos los grandes protagonistas.
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