Educar no es una tarea fácil. Acompañar en su proceso de crecimiento, especialmente a tus hijos, es una de las oportunidades más gratificantes de la vida. Sin embargo, que sea gratificante no quiere decir que por momentos no sea ardua y complicada, no sea una especie de rompecabezas para el que no existe exactamente un manual de intrrucciones. Aún así, de una forma u otra educar es una responsabilidad que profesores y padres debemos asumir, por muy duro y frustrante que pueda ser en ocasiones.
Como en otras situaciones de dificultad y desánimo, para salir adelante, no viene mal un empujón, ¿verdad? Para esos momentos de “bloqueo educativo”, tener a mano una buena frase que funcione como disparador de nuestra motivación puede ser un recurso muy útil.
No confundas la disciplina con la agresión
Pegar a un niño no es una forma de disciplinarle, sino el reflejo de tu propia frustración y de tu propia incapacidad para controlar tus emociones. Un golpe es un golpe. No valen eufemismos ni medias tintas.
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Un buen tortazo nuca arregla nada, “ni a tiempo” ni “a destiempo. Simplemente es un ejemplo de la inoperancia de los padres o tutores para educar de otra manera. Es una forma de liberar energía que paga el niño sin que tenga que hacerlo, es la mejor manera de darles el peor ejemplo.
Pegar a un niño es una manera de validar el mensaje de que la violencia sobre los más débiles es, al fin y al cabo, un buen recurso para conseguir lo que queremos. Después, no nos extrañemos de que la utilicen en el colegio para imponerse a los que consideran más débiles. Somos nosotros los que estamos legitimando ese método al utilizarlo con ellos. No podemos olvidar que somos el espejo en el que más se miran.
La próxima vez que sientas la tentación de pegar a un niño como forma de disciplina, salte de la situación que te altera. Obliga a tu atención a desviar su foco hacia otro sitio hasta que tu estado de ánimo recupere la normalidad.
“Los niños necesitan amor, sobre todo cuando no se lo merecen”.Compartir
También puede resultarte útil actuar de la siguiente manera: cuando sientas la necesidad de pegar al niño, abrázale bien fuerte, tranquilizaros los dos y luego intenta hablar de lo que ha pasado.
Hacer sentir mal a un niño no lleva a ninguna parte
Los niños nos son adultos en miniatura, pero aún así también experimentan sensaciones parecidas, aunque con más intensidad. Recuerda que por muy humillado que te hayas sentido en la vida, por muy dura que fuera la educación que recibiste, no vas a borrar el daño que te causaron infringiéndolo tú.
“¿De dónde sacaste la loca idea de que, con el fin de hacer que los niños lo hagan mejor, primero tenemos que hacer que se sientan peor? Piensa en la última vez que te sentiste humillado o tratado injustamente? ¿Te sentiste con ganas de cooperar o de hacer mejor las cosas?”Compartir
¿Quieres resultados? Entonces necesitas que tu hijo colabore. Trágate tu frustración y busca otra manera de liberarla. Tienes la oportunidad de hacer que tu hijo sea mejor que tú. Sabes lo que no funciona, porque lo has vivido. No te justifiques diciendo que no sabes hacerlo de otra manera. Lee, busca ayuda, reflexiona, afronta tus miedos y vence tus fantasmas.
Amar a tus hijos no es darle todo lo que ellos deseen
Escucha sus deseos, incluso sus alegatos o su manera de defenderlos siempre que esta sean admisibles pero finalmente no delegues en ellos la última palabra en la decisión que te plantean, recuerda que la responsabilidad de educar es tuya. No abuses de tu autoridad pero tampoco reniegues de ella porque para ellos es importante que la mantengas, aunque en determinados momentos te lo paguen con rabietas o malas contestaciones.
“Si nunca has sido odiado por tu hijo, nunca has sido un padre”.Compartir
No dudes de que tu hijo crecerá, madurará y llegará a entenderte e incluso a comprender los motivos de tus decisiones menos acertadas. Sin embargo, si se lo das todo, si fundamentas tus valores educativos en “hacer feliz al niño“, entendiendo como felicidad su propio placer, entonces flaco favor le estás haciendo.
Lo importante para educar no se paga con dinero
Una cosa es lo que queremos y otra lo que necesitamos. Que tu hijo no entienda la diferencia entre querer y desear no justifica que tú olvides que es el tiempo y la atención que dedicas a tu hijo es lo que de verdad necesita para crecer. Eso sí le hará feliz y no tener todo lo que quiera y hacer todo lo que los demás hacen.
“Puedo no ser capaz de darle a mis hijos todo lo que quieren, pero sí de darles lo que necesitan: amor, tiempo y atención. No se pueden comprar esas cosas”.