El amor es nuestra vitamina emocional, la que nos llena de vitalidad y de fuerza ante la vida. Por eso decimos que querer es nuestro superpoder, pues potencia nuestro crecimiento y nuestra capacidad para caminar erguidos por la vida.
¿Quién no se ha sentido enamorado y capaz de todo? ¿Quién no, después de recibir un abrazo, ha manejado el timón de su vida con mayor soltura de la que acostumbraba? ¿Quién no ha necesitado decir un “te quiero y confío en ti” o escucharlo para seguir adelante con sus proyectos?
Necesitamos querer y que nos quieran, es algo básico para nosotros. No hablamos de tener pareja, sino de amar a la gente que nos rodea y que significa algo para nosotros. Porque muchas veces cuando estamos a punto de caer es el cariño lo que nos sostiene.
Te quiero como para ir contigo a los lugares que más frecuento, y contarte que es ahí donde me siento a pensar en ti. Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche. Te quiero como para no dejarte ir jamás.
Te quiero como se quiere a ciertos amores, a la antigua, con el alma y sin mirar atrás”.
Jaime Sabines
Amor e intimidad, dos fuentes de fortaleza
La admiración y el afecto son fuentes de fortaleza. El cariño, la intimidad y la preocupación profunda por el bienestar del ser amado forma parte de ese bagaje emocional que nos forjamos y que tanto equilibrio nos confiere.
Según Maslow, el amor y las relaciones forman parte de nuestras necesidades básicas de afiliación y de seguridad, por lo que necesitamos de ellas para escalar nuestra pirámide cada vez más alto y llegar a alcanzar el autoreconocimiento, la confianza, el respeto, el éxito, la espontaneidad, etc.
Así, probablemente para poder alcanzar nuestras metas y manejar nuestros tiempos necesitamos de los respiros que aportan las personas que queremos a nuestro reloj interno. Porque al fin y al cabo aquellos a los que queremos son nuestro norte y nos ayudan a marcar los puntos cardinales hacia los que necesitamos mirar en cada momento.
Lo que “querer” le hace a nuestro cerebro
Querer es nuestro superpoder a todos los niveles, incluido el nivel cerebral. De hecho, como ya hemos señalado en otras ocasiones, analizar los cambios neuroquímicos que se producen en nuestro cerebro a través de los sentimientos y de las emociones es esencial.
O sea que aunque habitualmente nos referimos al corazón como el hogar del amor, realmente debemos pensar en que éste se configura en el cerebro a través de sensaciones, emociones, pensamientos y comportamientos que provocan cambios neuroquímicos y nuevas conexiones neuronales.
Así, se crean asociaciones en el núcleo estriado y en la ínsula que permiten a nuestro sistema límbico procesar los sentimientos y las emociones que nos generan. La serotonina, la oxitocina y la dopamina se recrean en nuestro sistema nervioso y hacen que la atención y el cuidado reinen entre nuestros comportamientos.
Estar vinculados a los demás nos atribuye valor gracias principalmente a la presencia de la dopamina mientras que la oxitocina y la prolactina favorecen la lealtad y la permanencia al lado de aquellos a quienes queremos.Compartir
Por su parte, la incondicionalidad propia del querer parece residir en la sustancia gris periacueductal, lugar en el que también se encuentra el centro del control del dolor excesivo. Esto explica que cuando queremos a alguien muchísimo no necesitemos otra recompensa que el afecta que nos brindan.
En definitiva, el amor que sentimos hacia los demás es en gran parte responsable de nuestra fortaleza a todos los niveles. Por eso podemos afirmar que el apoyo emocional no viene solo de ser queridos sino de ser capaces de hacerlo con todo nuestro cerebro.
Así, poner en disposición de nuestro recorrido estos beneficios nos ayudará a alcanzar todo aquello que nos propongamos, pues caminar al lado del amor siempre es garantía de éxito y de bienestar. Porque querer es nuestro mayor superpoder.
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