Sería estupendo estar rodeado de personas suficientemente tolerantes y humildes como para reconocer la superioridad intelectual de quién la tiene. Pero la realidad suele ser bien distinta. Si hay una característica común que define a los mediocres es su habilidad para difuminar y humillar a aquellos por los que se sienten superados, como si así evitaran una especie de amenaza, como si humillar a las personas inteligentes les hiciera más listos.
Por otro lado, seamos sinceros: ser inteligente en un ambiente mediocre es una desgracia como otra cualquiera. Pero, si realmente eres tan inteligente como crees, no intentarás demostrar que estás por encima de nadie. Es más, tu actitud ante esta circunstancia dice mucho de ti.
Más allá de lo políticamente correcto, sobrevivir a la mediocridad pasa por aceptarse a uno mismo y comprender que no es necesario provocar a nadie para serlo. Tampoco es cuestión de hacerse el tonto para ser aceptado por la media, aunque en algunas ocasiones pueda ser una forma eficaz de pasar desapercibido y no sufrir la ira de quienes se sienten amenazados por ti. De hecho, si realmente eres una persona inteligente, incluso podrás sacarles provecho de las circunstancias sin ofender ni sentirte ofendido.
Ninguna persona es un billete que agrade a todo el mundo. Ser inteligente no te convierte en agradable ni imprescindible ni en buena gente. Las personas inteligentes no caen la trampa de pensar que ser más listo les convierte en mejores personas o en alguien a quien los demás desean conocer.
Tus ideas, tus aspiraciones o sueños, tu conocimiento o tus valores pueden ofender a mucha gente. Eso te convierte en una persona más competitiva y puede hacer evidente la inferioridad de los demás, pero no por ello necesariamente tienes que cambiar.
Los inteligentes ignoran o descartan a quienes no son de su agrado
Aceptar que hay personas a las que no les gustas no implica integrarlas en tu mundo. Las personas inteligentes saben diferenciar a esas personas que no les aceptan y deciden con quién se relacionan y con quién no. Ser inteligente no implica aguantar todo lo que te echen.
Pero, como suele decirse, “lo cortés no quita lo valiente”. Por eso, las personas inteligentes tratan con cortesía a todo el mundo, independientemente de sus sentimientos hacia esas personas y de los desagradables y ofensivos que puedan llegar a ser. De este modo es más fácil evitar futuros enfrentamientos.
A veces, este tratamiento cortés puede implicar tragarse algún sapo, incluso hacerse el tonto. En el fondo esta forma de actuar es muy inteligente ocasionalmente y puede impedir situaciones desagradables que no llevan a ninguna parte. Puede incluso ser un auténtico desafío intelectual y de control emocional.
Los inteligentes se centran en sí mismos
Para disimular la propia incompetencia o intentar parecer más inteligente de lo que se es, algunas personas concentran sus energías en molestar y humillar a quienes destacan o han demostrado ser más inteligentes. Esto es muy frustrante. Pero es propio de personas inteligentes aprender a manejar la frustración que este tipo de actitud genera.
Para ello, en lugar de centrarse en lo irritantes que resultan estas personas y en defenderse de las ofensas públicas, las personas inteligentes se centran en sí mismos, en quiénes son, en sus propios valores. No se trata de defenderse ante los demás, sino ante uno mismo.
Además, las personas inteligentes intentan descubrir cuáles son esos factores que desencadenan la actitud de no aceptación de los otros para no provocarlos. De esta manera es posible prever la situación y suavizarla, incluso cambiar la reacción. Los inteligentes saben que es más fácil cambiar su percepción, actitud y comportamiento que pedir a alguien que sea un tipo diferente de persona.
Los inteligentes se detienen y respiran profundamente ante los inconvenientes
En vez de reaccionar violentamente ante un circunstancia incómoda cuando no son aceptados, los inteligentes son capaces de parar y respirar profundamente para no dejarse llevar por la ira o la negatividad. De este modo, los inteligentes evitan que la actitud de los otros les haga daño.
Hacer una pausa y respirar profundamente permite controlar la subida de adrenalina que provocan ciertas situaciones, lo que permite estar en mejores condiciones para mantener una conversación o pasar de largo. Respirar profundamente te ayuda a evitar una reacción exagerada y continuar con la mente abierta y una actitud positiva y ligera
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