Nos hace sentir incómodos que nos comparen con los demás, pero lo hacen constantemente. A los demás les hace sentir incómodos que los comparen con otras personas, pero lo hacemos constantemente. Realizar comparaciones es más común de lo que creemos y muchas veces no nos damos cuenta de que puede hacer mucho daño.
Dejando de lado los momentos en los que establecer comparaciones es oportuno, normalmente confrontar varias actitudes, personalidades o rasgos físicos es odioso y miedoso, sobre todo si somos nosotros los que nos comparamos con alguien. En gran medida, sentir la necesidad de definirnos a nosotros mismos posicionándonos respecto a los demás no deja de ser, en la mayoría de las ocasiones, un juicio profundamente injusto.
Las comparaciones son odiosas
Todo el mundo hace comparaciones constantemente y en un entorno competitivo, como el actual, no deja de ser esta, en algunas ocasiones, una actitud extraordinariamente práctica. Las comparaciones si son objetivas, pueden darnos información valiosa para saber dónde estamos. Una información, que por otra parte, puede ayudarnos para diseñar un plan de acción en post de mejorar.
Otro aspecto bien distinto, es que las comparaciones las hagamos introduciendo por medio de un montón de sesgos perceptivos. Por ejemplo, en una prueba olímpica, como el maratón, hombres y mujeres corren en carreras separadas porque sus marcas, por la biología de sus cuerpos, no son comparables. ¿Os imagináis que una mujer se sintiera mal por no haber hecho una marca como la del hombre que ganó su prueba? La comparación sería terriblemente injusta.
Otro aspecto tedioso de las comparaciones tiene que ver con aquello en lo que nos comparemos o nos comparen. Como hemos dicho, las comparaciones en determinados aspectos concretos pueden tener su utilidad, pero jamás la tendrán cuando estas se producen a nivel global. Ya de por sí, existen muchas formas de ser generosos, de ser inteligentes, de ser creativos como para que alguien piense que es mejor o peor que otra persona “en general”.
sin las cuales la escucha no se puede dar”
-Paulo Freire-
Las comparaciones son miedosas
Como hemos señalado, siempre y cuando las comparaciones no sean sesgadas y globales pueden ser beneficiosas. Así, la cuestión reside en saber determinar cuál es la línea que separa una comparación buena de una mala, una constructiva de otra que oculta un ataque personal.
Un contexto en el que muchas veces se producen las comparaciones más odiosas es el familiar y, siendo más precisos, cuando estas se hacen entre hermanos. Puede que los dos hayan recibido la misma educación o que tengan los mismos padres, pero hay otro montón de aspectos que les hacen diferentes. El hecho de que cumplan más o menos las expectativas de padres, abuelos o tíos no les convierte en mejores ni peores.
“Que cada persona examine su forma de actuar: si ella hizo fin, entonces puede estar orgullosa de lo que hizo; sin necesitar una comparación con el modo de actuar de los demás”.Compartir
Este tipo de situaciones pueden pasar factura a la persona que sale peor parada de la comparación e incluso dar lugar a una actitud competitiva, entre los propios hermanos, que de otra manera no existiría. Además, una actitud que muchas veces terminaría reforzando al mismo y castigando también al mismo por el hecho de que los dos, habitualmente, no tienen la misma edad.
Por otro lado, el vencedor “habitual” de estas comparaciones también suele salir perjudicado a la larga. Si se acostumbra a vivir en un entorno adulador y que premia sus avances con esa forma de reconocimiento social, probablemente cuando salga de este entorno protector se sienta desmotivado al no obtenerla con la misma frecuencia y de la misma forma. Además de por dejar de salir ganando siempre, por supuesto.
La importancia de cultivar una autoestima sana
Las comparaciones que perjudican nuestra estabilidad emocional vienen relacionadas normalmente con el nivel de autoestima que tengamos, pues nos afectarán más si nos sentimos en este sentido más débiles. Por esta razón es importante cultivar un equilibrio sano que nos permita ser fuertes ante comparaciones inevitables.
En el momento en que nos comparamos con alguien solemos hacerlo con aquello que nos falta y no con aquello que nos potencia y no caemos en que la solución está en superarnos a nosotros mismos: aprender de lo bueno que tienen los demás, pero sabiendo que nosotros también tenemos cosas buenas y que las débiles se pueden mejorar.
“La única guerra es contigo mismo. El único rival eres tú mismo. La única persona a la que debes vencer es a ti mismo. Véncete eliminando con el pensamiento positivo reiterativo la preocupación. Véncete aumentando tu autoestima y el valor personal. Véncete asumiendo tu presente y futuro”.