Dentro de nuestro mundo nos rodean muchos tipos de personas, al igual que circunstancias y particularidades que perfilan y condicionan nuestro desarrollo emocional. Así, hay situaciones inevitablemente dolorosas y gente para las que herir a los demás resulta demasiado sencillo; o momentos de gran felicidad y gente que ayuda a que los demás sean felices.
En cierto modo todo ello -lo bueno y lo malo- no puede evitarse y siempre existirá, dado que nadie es perfecto. Todos cometemos errores y, a veces, somos nosotros los que herimos sin darnos cuenta. El problema llega, sin embargo, cuando se toma por hábito el creer aquello de que para aprender hay que sufrir, cuando lo cierto es que, ni es necesario herir para enseñar ni ser herido para aprender.
El dolor y su lado positivo
Justamente hace unos días comentábamos -y lo volvemos a recoger al final de este artículo- que aprender siempre es un regalo aunque el maestro haya sido el dolor. Este sufrimiento, al menos, no ha sido en vano ya que todo fruto recogido que nos sirva para nuevas experiencias será positivo. Ninguno queremos que nos hagan daño para tener que sacar una lección a partir del sufrimiento y de días insalvables de tristeza.
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Quizá a la afirmación de Shakespeare le falte su contexto para poder entenderla adecuadamente pero, aún sin este, parece tener también su parte de verdad: ante casos en los que el dolor es inevitable y que se nos escapan de las manos es verdad que no podemos actuar y que nos vemos obligados a superar el mal trance. No obstante, más allá de estos, también es bueno recordar que lo que nos ocurre pasa por el filtro de nuestra mente y ahí nosotros tenemos la última palabra.
Es decir, es beneficioso discernir entre lo que es dolor inevitable y lo que es sufrimiento opcional: cuando alguien hiere a otra persona sin ninguna lógica, su comportamiento no es tolerable ni admisible. Las experiencias negativas nos ayudan a madurar, pero cuando estamos forzados a vivirlas: en cualquier otro caso, la herida nunca será una buena técnica de aprendizaje.
Dejar marca sin hacer herida
No queremos una herida más que probablemente no nos merecemos, básicamente porque la vida ya nos hace las suficientes por sí sola: nadie merece cicatrices que nacen de lesiones emocionales sistemáticas. Nadie debería tener a alguien a su lado que le hiciera daño porque sí: porque hay quien piensa que la vía más rápida de hacerse notar es provocar dolor.
“Posiblemente me quisiera, vaya usted a saberlo;
pero lo cierto es que tenía una habilidad especial para herirme”.
-Mario Benedetti-
No podemos dejar que nos hagan sentir mal sin motivo alguno y para ello tenemos todo el poder en nuestras manos, porque no hace daño quien quiere, sino quien puede. Es bueno elegir a quienes nos dejan huella mostrándonos lo que son honestamente, logrando que seamos mejores de lo que somos, simplemente cuidando nuestros sentimientos y valorando nuestro «yo» interior.
Que te hayan herido no es una excusa para herir
Personas tóxicas que más que ayudarnos nos perjudican hay por todos lados, por lo que es difícil escapar del daño que nos puedan infringir. Sin embargo, como ya hemos dicho, tomar las riendas de nuestra vida es lo que nos ayudará a evitar que seamos heridos de manera repetida.
Cuando hemos vivido situaciones de mucho dolor, de maltrato psicológico y de imposición por parte de alguien, nos queda dentro para siempre una serie de secuelas que tenemos que aprender a solventar de la mejor manera posible para evitar que nos empujen a comportarnos de una manera parecida.
Por ejemplo, algunos niños que se han sentido abandonados emocionalmente y han crecido con una desestabilidad familiar muy grande han desarrollado ejemplos de aprendizaje poco acertados en su edad adulta. En este sentido, es necesario tener en cuenta que herir con la excusa de haber sido herido no conduce a nada beneficioso ni para nosotros ni para los demás: si se pretende que alguien nos escuche y aprenda de algo que queremos transmitirle, este no es un camino correcto.
“Cada vez que alguien hiere a otra persona lo hace a partir de su propia herida.
Mientras más profunda, más dañina”.
-Miguel Ángel Núñez-
lamenteesmaravillosa.com