El ritmo de la información ha adquirido niveles dramáticos, estando en muchas ocasiones actualizados de manera continua o al menos eso es lo que creemos. En un estudio llevado a cabo por Jorge Bucay para la firma Grant Thornton, se estableció que un ser humano que se conecta a Internet está expuesto diariamente a un volumen de información equivalente a 174 periódicos, de 85 páginas cada uno. La sobreoferta de información es abrumadora.
Lo que se debe remarcar también es que esa información que recibimos cada día, no es necesariamente una información de calidad, ni formativa. En realidad, básicamente y en su gran mayoría, está compuesta por datos irrelevantes y poco significativos: el cambio de estado de alguien en Facebook o la publicidad de alguien que ha escrito un texto con un truco maravilloso.
“El auténtico genio tiene la capacidad para evaluar información incierta, aleatoria y contradictoria.”Compartir
Aún así, cada vez parecemos más deseosos de consumir toda esa información de un solo trago. Ha comenzado a aparecer ansiedad en muchas personas, cuando permanecen algún tiempo “desconectadas”. Les parece como si se estuvieran perdiendo del mundo cuando se encuentran sin estar actualizados constantemente, como si quedaran aisladas de lo que sucede, aunque la mayoría del tiempo no suceda nada que realmente calificarían como interesante.
El término “infoxicación” se ha acuñado para describir esa circunstancia en la cual una persona accede a una sobrecarga de información que, finalmente, no logra procesar. A esta condición también se le llama “infobesidad” para hacer un paralelo con la ingesta de productos de poco valor, que solo agregan volumen.
El fenómeno ha tenido un incremento paulatino. Hace poco más de un siglo, solo la información auténticamente relevante llegaba hasta las imprentas de un diario o de una editorial. Pero con la invención de la radio y la televisión apareció también la necesidad de generar más y más información, incluso sobre aspectos anodinos o sin importancia. Lo único que interesaba era llenar progresivamente el tiempo destinado a las emisiones.
De ahí que la mayor parte de información que circula por la red puede catalogarse como “información basura”. No alcanzas a abrir una página y ya aparecen ventanas emergentes en donde te ofrecen desde desinfectantes hasta experiencias porno. Te invaden con videos virales, noticias sobre la gorra que utilizó Justin Bieber esta mañana, o la aparición de un ovni en un alejado paraje de Albania. Todo cabe en la red.
Escapar al agobio informativo
Nunca como ahora habíamos tenido la oportunidad de acceder a información valiosa, estar actualizados en cualquier parte del planeta y en tiempo real. Si quieres, puedes entrar a la página de la NASA y ser testigo de las últimas exploraciones espaciales.
También tienes la posibilidad de presenciar en directo una conferencia de Chomsky o alguna intervención pública del Dalái Lama. El problema es que el criterio de selectividad se va perdiendo y fácilmente terminas ocupando tu tiempo en acceder a datos que importan muy poco.
Es frecuente que te conectes a Internet para “ver qué hay” y cuando menos te das cuenta ya hayan pasado varias horas. Haces el balance y notas que en la práctica no has hecho nada, ni te has actualizado en algo que valga la pena, ni has aprendido nada. Solamente has “pasado el tiempo” y, de paso, ya sientes fatiga visual o postural.
El secreto para evitar la “infoxicación” es aprender a “curar” los contenidos a los que accedes. Logras esto cuando haces conscientes tus verdaderos intereses a la hora de acceder a la red. ¿Quieres entretenerte? Entonces identifica qué tipo de contenidos te resultan entretenidos y destina un tiempo específico para acceder a ellos. ¿Quieres estar al tanto de lo que ocurre en el mundo? Entonces selecciona los mejores diarios y suscríbete a ellos.
Una persona está “infoxicada” cuando experimenta una sensación de agobio y angustia al conectarse o al no conectarse. También cuando adopta la costumbre de tener 20 ventanas abiertas al mismo tiempo y pasa rápidamente de la una a la otra, de manera frenética.
Otra señal de infoxicación es que no puedas leer un texto completo, sino que te quedes con el titular o saltes de un párrafo a otro y estés más preocupado por compartir el contenido que por conocerlo. Si tienes esos “síntomas”, es hora de analizar qué ocurre. En ocasiones, no estamos actualizados, sino infoxicados…
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