La semana pasada llegó a mis oídos una curiosa teoría sobre la simbología del traje de gitana. Tras haberla investigado un poco, no se me ocurre mejor fecha que estos días de feria para compartirla con vosotros. Cierta o no, he escuchado cosas mucho más rocambolescas y rebuscadas que se han dado por ciertas. Y, a fin de cuentas, es tan hermosa que podemos aplicar aquel dicho italiano de "se non è vero, è ben trovato" ("si no es cierto, queda bien").
Antes de nada quiero aclarar mi ignorancia sobre el mundo de la moda y el vestido, por lo que empleo los términos vestido/traje y gitana/flamenca indistintamente. Pido disculpas por los errores o imprecisiones que ello pueda suponer.
Antes de nada quiero aclarar mi ignorancia sobre el mundo de la moda y el vestido, por lo que empleo los términos vestido/traje y gitana/flamenca indistintamente. Pido disculpas por los errores o imprecisiones que ello pueda suponer.
Pues bien, a lo que iba: En la Antigüedad existió el culto a diversas diosas similares relacionadas con la feminidad: Astarté, por ejemplo, era la diosa fenicia equivalente a las Ishtar o Inanna mesopotámicas, a la Tanit cartaginesa, a la Afrodita griega y a la Venus romana. Es decir, a grosso modo, todas eran diosas de la belleza, de la feminidad, el amor carnal y la fertilidad.
Para muchas de ellas, especialmente para la propia Asstarté y para Inanna, se utilizó como símbolo la roseta, pues la rosa fue (y sigue siendo) la alegoría del amor y la belleza. Por ello, opiniones más aventuradas relacionan a estas divinidades también con la Virgen María cristiana, cuyo símbolo en un tiempo fue la misma flor. Sin embargo, los valores e iconografía de María parecen más equivalentes a los de Diana-Artemisa y Minerva-Atenea, por lo que la cautela nos hace dejar aun lado, por ahora, esta opción. Además, este elemento decorativo era paralelamente muy empleado en Europa, sobre todo por los celtas, en este caso aludiendo al sol y, por ello, al nacimiento y a la resurrección.
Si nos remitimos a la más famosa representación de la mencionada pléyade, nos encontramos con el Nacimiento de Venus de Botticelli, en el que observamos la llegada de la diosa según lo cuentan los textos: surgida de la espuma del mar (realmente, esta obra, a pesar de su nombre, representa la llegada de Venus y no su nacimiento; pues, sobre este, existe más de una versión).
Es por ello que hay quien observa en el vestido de gitana la hermosa simbología del culto a la belleza de la mujer: en la parte inferior, los volantes no dejan de ser unas rosetas, el comentado milenario símbolo de aquellas diosas (o incluso serían un guiño a las olas del mar). Y de ellos emerge la parte más ceñida, que ofrece la feminidad física en todo su esplendor.
Para muchas de ellas, especialmente para la propia Asstarté y para Inanna, se utilizó como símbolo la roseta, pues la rosa fue (y sigue siendo) la alegoría del amor y la belleza. Por ello, opiniones más aventuradas relacionan a estas divinidades también con la Virgen María cristiana, cuyo símbolo en un tiempo fue la misma flor. Sin embargo, los valores e iconografía de María parecen más equivalentes a los de Diana-Artemisa y Minerva-Atenea, por lo que la cautela nos hace dejar aun lado, por ahora, esta opción. Además, este elemento decorativo era paralelamente muy empleado en Europa, sobre todo por los celtas, en este caso aludiendo al sol y, por ello, al nacimiento y a la resurrección.
Si nos remitimos a la más famosa representación de la mencionada pléyade, nos encontramos con el Nacimiento de Venus de Botticelli, en el que observamos la llegada de la diosa según lo cuentan los textos: surgida de la espuma del mar (realmente, esta obra, a pesar de su nombre, representa la llegada de Venus y no su nacimiento; pues, sobre este, existe más de una versión).
Es por ello que hay quien observa en el vestido de gitana la hermosa simbología del culto a la belleza de la mujer: en la parte inferior, los volantes no dejan de ser unas rosetas, el comentado milenario símbolo de aquellas diosas (o incluso serían un guiño a las olas del mar). Y de ellos emerge la parte más ceñida, que ofrece la feminidad física en todo su esplendor.
Por tanto, quien se lo enfunde resulta otra bella Venus que surge de la espuma de las olas... ¿Acaso existen muchas cosas más femeninas que un vestido de flamenca?
...Se non è vero, è ben trovato...
Teo Fernández Vélez