Hojas del árbol caídas
Blanca nube de la aurora,
teñida de ópalo y grana,
naciente luz te colora,
refulgente precursora
de la cándida mañana.
Mas ¡ay! que se disipó
tu pureza virginal,
tu encanto el aire llevó
cual la ventana ideal
que el amor te prometió.
Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son:
las ilusiones perdidas
son hojas ¡ay! desprendidas
del árbol del corazón.
¡El corazón sin amor!
Triste páramo cubierto
con la lava del dolor,
oscuro inmenso desierto
donde no nace una flor.
Distante un bosque sombrío,
el sol cayendo en la mar,
en la playa un aduar,
y a lo lejos un navío
viento en popa navegar;
óptico vidrio presenta
en fantástica ilusión,
y al ojo encantado ostenta
gratas visiones, que aumenta
rica la imaginación.
Tú eres, mujer, un fanal
transparente de hermosura:
¡ay de ti! si por tu mal
rompe el hombre en su locura
tu misterioso cristal.
Mas ¡ay! dichosa tú, Elvira,
en tu misma desventura,
que aún deleites te procura
cuando tu pecho suspira,
tu misteriosa locura:
que es la razón un tormento,
y vale más delirar
sin juicio, que el sentimiento
cuerdamente analizar,
fijo en él el pensamiento.
José de Espronceda