ATARDECER
Deja que el amoroso pensamiento dé a tu frente un temblor de agua invadida, y deja que mi sombra, en la avenida, acaricie tu seno soñoliento.
La tarde eres tú y yo, sin otro aliento ni otro paisaje que la mar dormida. La vida es tu silencio, la vencida caricia de tu flor sin movimiento.
Duermen las aves su clamor. El cielo boga su luz por tu mirada ausente. Sueñan tus ojos a la sombra mía.
Sueña el aire en su orilla, y siento el vuelo cálido de mi sangre. Dulcemente va naciendo el amor, muriendo el día.
JOSÉ LUIS CANO
|