Había una vez una hermosa princesa que tenía el don de sanar y de que todo fuera perfecto con solo sonreír. Pero un día, una malvada bruja aprovechó una oportunidad para llevársela y encerrarla en lo más alto de su castillo, siendo custodiada por un enorme dragón que era lo único que amaba.
Los soldados enviados por su padre hicieron todo lo posible por rescatarla, pero sin éxito. A la princesa se le había borrado la sonrisa del rostro; estaba muy triste y, por esto, la gente de su castillo también. A los niños no se les veía jugar; las flores iban muriendo; los arboles no daban frutos; ya no salía ningún arcoíris y todo se tornó gris. La malvada bruja había logrado lo que quería.
Al pasar los días todo empeoraba, hasta el punto de que enfermara incluso el enorme dragón. Sí, aunque pertenecía a la bruja, a dragón le gustaba la alegría que reinaba en el castillo de la princesa.
La bruja, al ver a su dragón tan enfermo, tomó la decisión de dejar en libertad a la princesa. Ésta se puso tan, pero tan feliz, que su sonrisa volvió y con ella asomó un bello arcoíris que hizo desaparecer todo lo gris. Florecieron las rosas, los árboles se llenaron de los mejores frutos, las personas y los niños se veían alegres….
Y la princesa, acercándose al dragón casi moribundo, sonrió y le dijo:
¡Mejoraras hermoso dragón!
El dragón comenzó a abrir los ojos y a tener fuerzas nuevamente. La bruja también se puso muy contenta y esto hizo que se volviera hermosa. Se dirigió a la princesa y dijo:
¡Gracias princesa!
Prometo nunca más hacerte daño.
Mi dragón y yo vamos a cuidarte siempre
para que nadie lo intente.
Cuento escrito por Yasmil Samel,
de 10 años y natural de Santo Domingo (República Dominicana).
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