Fuego cruel
Aquella guerra! El tiempo un año y otro y otro deja caer como si fueran tierra para enterrar aquello que no quiere morir: claveles, agua, cielo, la España, a cuya puerta toqué, para que abrieran, entonces, allá lejos, y una rama cristalina me acogió en el estío dándome sombra y claridad, frescura de antigua luz que corre desgranada en el canto: de antiguo canto fresco que solicita nueva boca para cantarlo. Y allí llegué para cumplir mi canto. Ya he cantado y contado lo que con manos llenas me dio España, y lo que me robó con agonía, lo que de un rato a otro me quitó de la vida sin dejar en el hueco más que llanto, llanto del viento en una cueva amarga, llanto de sangre sobre la memoria.
Aquella guerra! No faltó la luz ni la verdad, no hizo falta la dicha sino el pan, estuvo allí el amor, pero no los carbones: había hombre, frente, ojos, valor para la más acribillada gesta y caían las manos como espigas cortadas sin que se conociera la derrota, esto es, había poder de hombre y de alma, pero no había fusiles y ahora les pregunto después de tanto olvido: qué hacer? qué hacer? qué hacer?
Respóndanme, callados, ebrios de aquel silencio, soñadores de aquella falsa paz y falso sueño, qué hacer con sólo cólera en las cejas? con sólo puños, poesía, pájaros, razon, dolor, qué hacer con las palomas? qué hacer con la pureza y con la ira si delante de ti se te desgrana el racimo del mundo y ya la muerte ocupa la mesa el lecho la plaza el teatro la casa vecina y blindada se acerca desde Albacete y Soria, por costa y páramo, por ciudad y río, calle por calle, y llega, y no hay sino la piel para pelearle, no hay sino las banderas y los puños y el triste honor ensangrentado con los pies rotos, entre polvo y piedra, por el duro camino catalán bajo las balas últimas caminando ay! hermanos valientes, al destierro!
Pablo Neruda
|