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De: Amaly (Mensaje original) |
Enviado: 07/03/2017 11:59 |
Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?
Cambatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco el niño que pone el coco y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis, para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo, y siente que no esté claro?
Con el favor y desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien.
Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por crüel y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata, ofende, y la que es fácil, enfada?
Mas, entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga, o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo. |
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De: Amaly |
Enviado: 07/03/2017 12:09 |
Sor Juana Inés de la Cruz
(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 - Ciudad de México, id., 1695) Escritora mexicana, la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. La influencia del barroco español, visible en su producción lírica y dramática, no llegó a oscurecer la profunda originalidad de su obra. Su espíritu inquieto y su afán de saber la llevaron a enfrentarse con los convencionalismos de su tiempo, que no veía con buenos ojos que una mujer manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.
Biografía
Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su primera loa. En 1659 se trasladó con su familia a la capital mexicana. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición, su viva inteligencia y su habilidad versificadora.
Pese a la fama de que gozaba, en 1667 ingresó en un convento de las carmelitas descalzas de México y permaneció en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandonó por problemas de salud. Dos años más tarde entró en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez definitivamente. Dada su escasa vocación religiosa, parece que Sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales: «Vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros», escribió.
Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés Luis de Góngora (cuya obra introdujo en el virreinato), y también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad. En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro (en los que se aprecia, respectivamente, la influencia de Luis de Góngora y Calderón de la Barca), hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.
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Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu rostro y en tus acciones vía que con palabras no te persuadía, que el corazón me vieses deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba, venció lo que imposible parecía, pues entre el llanto que el dolor vertía, el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste, no te atormenten más celos tiranos, ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos: pues ya en líquido humor viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus manos.
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