Pulida claridad de piedra diáfana,
lisa
frente de estatua sin memoria:
cielo de invierno, espacio reflejado
en
otro más profundo y más vacío.
El mar respira apenas, brilla apenas.
Se
ha parado la luz entre los árboles,
ejército dormido. Los
despierta
el viento con banderas de
follajes.
Nace del mar, asalta la colina,
oleaje sin
cuerpo que revienta
contra los eucaliptos amarillos
y se derrama en ecos
por el llano.
El día abre los ojos y penetra
en una primavera
anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está
lleno de pájaros el mundo.
Octavio Paz