Yo la encontré por mi
destino,
de pie a mitad de la
pradera,
gobernadora del que
pase,
del que le hable y que la
vea.
Y ella me dijo: "Sube al
monte.
Yo nunca dejo la
pradera,
y me cortas las flores
blancas
como nieves, duras y
tiernas."
Me subí a la ácida
montaña,
busqué las flores donde
albean,
entre las rocas
existiendo
medio dormidas y
despiertas.
Cuando bajé, con carga
mía,
la hallé a mitad de la
pradera,
y fui cubriéndola
frenética,
con un torrente de
azucenas.
Y sin mirarse la
blancura,
ella me dijo: "Tú
acarrea
ahora sólo flores
rojas.
Yo no puedo pasar la
pradera."
Trepe las penas con el
venado,
y busqué flores de
demencia,
las que rojean y
parecen
que de rojez vivan y
mueran.
GABRIELA MISTRAL