Desde nunca te quiero
Desde nunca te quiero y para siempre,
desde todo y quizá y para siempre,
desde el rotundo rayo que sube por la
acequia de las horas
al látigo crecido en mis pupilas ponientes,
veloz mi voz, mi viento:
vértigo de desembocadura
y el más ingrato delta para acabar el viaje.
Hasta la nada espero,
hasta lo lejos de la memoria inútil y
el cráter sin crepúsculo,
hasta la duda embriagada de rótulos celestes,
en la fiebre y la luna imantada de agosto.
Amalia Iglesias