¿Recuerdas luna, aquella mujer por
quien aún mis labios tiemblan?
se ha marchado de mi vida, sin decirme nada,
sin pedir permiso, sin despedirse siquiera.
Fuimos tres tantas noches tu luz plateada,
mis besos encendidos, y su belleza perfecta,
que no existió más nadie, ni nada,
¡Sólo su alma que era mía!
¡Tu figura cómplice en la distancia!
¡Y mis versos que eran de ella!
No sé cuantos besos quedaron encerrados
en mis labios, ni cuantas lágrimas se
hicieron versos en silencio, ni cuantos
reflejos de tu luz, bañaron los momentos
frágiles de antaño, que hoy duermen
impregnados de ella, en los laberintos del tiempo.
Tantas horas, tantos días, bajo tu aurora etérea,
me dejaron inconsciente en el jardín onírico
de sus manos, arrastrando tras de si, los
mejores años de mi vida entera, entre
las sombras desnudas de nuestros reflejos vivos,
y las palabras estériles de un juramento vano.
Hoy sólo quedamos tú y yo, luna llena,
recordando en silencio tanto amor perdido,
tantos sueños destrozados.
Ella se ha marchado para siempre, llevándose
consigo mi último suspiro de esperanza muda
y la simiente fértil de mi amor callado.
Mientras, me quedaré aquí, admirando
tu pálida figura que me recordará eternamente
el dolor desnudo de su partida y los colores
grises de mi sueño más anhelado.