Una memoria algo cansada y vieja
Recita a sus manos,
El espacio ocupado
En la dicha amoratada
De un invierno sin cobijo, sin leña.
Mi tal vez vida,
Tiene demasiadas preguntas
Remordiendo en la boca.
Y tantos sueños
Respondiendo al insomnio,
Que al abrir el cajón
De desdichos recuerdos,
El penúltimo poema
Viva en la memoria de besos.
Entre tanto amor, tanto lamentó,
Una cuantía de lumbre
Ilumina al espejo,
Y proyecta varias sombras
En el ingrato camino.
Visitando al sangrado corazón,
Que hubiera defendido fiel
Los acontecimientos de la piel,
Con una armadura de acero
Y arrojos de entusiasmadas palabras.
En el aire hay perdidos soplos,
Aferrados a la inútil fuerza
Que no tiene piedad,
No tiene lamento.
Una memoria cansada y vieja,
Que siente ser desvalida
En la fugaz primavera.
Abatida en la mera conciencia
Esculpida sobre macizas rocas,
En llanuras de sombría apariencia
Con raíces secas
Y fugaces quimeras
Mellada en solo ceniza.
Y al amanecer, entre los libros,
Intento conocer, su ombligo,
Tan aislado del mundo divino,
Que el poco tiempo
Del cuál poseo en los silencios,
Sea para leer lo que esconde
El reverso de su piel de mendigo.
Y en su ausencia abatiré la mugre
Tatuada por la pluma,
Habitaré en la sombra
De un destino maldecido.
Iré corriendo descalzo, desnudo,
Por la tierra, gritando
La soledad de su nombre
Entre una memoria cansada y vieja
De un libro abierto
Escrito en el color escalofrío.