Redención de la lengua
La rosa es real; la rosa es el mismo ser de la sombra, pues lo duradero es fondo, y ese fondo que recogen los labios es la memoria, la figura, las cicatrices de la rosa. Ella no se agota en la calidad de los vientos que destrozan coronas: se alimenta, insaciable, de la fragilidad que anida en la hora augural de la nueva noche. Y contempla. Sobre todo, aguarda. Porque si no, no tendría nombre la presencia, la distancia, el susurro, ni la gota que resbala por su cuello.
Gerardo Ortega Gutiérrez
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